lunes, 10 de febrero de 2025

Oye tú solo, eterno y sacro río

Parque de la Cartuja, Ramon Alorda Pérez (1848-1899)

Oye tú solo, eterno y sacro río,
el grave y mustio son de mi lamento; 
y mezclado en tu grande crecimiento
lleva al padre Nereo el llanto mío.

Los suspiros ardientes que a ti envío, 
antes que los derrame leve viento,
acoge en tu sonante movimiento, 
porque se esconda en ti mi desvarío.

No sean más testigos de mi pena
los árboles, las peñas que solían
responder y quejarse a mi gemido.

Y en estas ondas, y corriente llena,
a quien vencer mis lágrimas porfían,
viva siempre mi mal y amor crecido.

Fernando de Herrera
         (1534-1597)

jueves, 6 de febrero de 2025

Ojos que dais la luz al firmamento

Retrato de una noble florentina, Alessandro Allori (1535-1607)

Ojos, que dais la luz al firmamento
y el fuego al alma mía, sed pïadosos;
dejad la ira, y sed, pues sois gloriosos,
menos crueles al dolor que siento.

Dentro en mi pecho Amor os dio el asiento,
y dentro arden mis fuegos, rigurosos
de veros que sois blandos y amorosos
y tan sin pïedad a mi tormento.

Bien conocéis de mí que por vos muero,
y por vos vivo, y solo a vos os amo,
ojos, que sois los ojos de mi alma,

por quien la vida en tanta muerte espero,
y en las tristes querellas que derramo,
mi bien, descanso, gloria, premio y palma.

Juan de la Cueva
    (1543-1612)

domingo, 2 de febrero de 2025

Contra un mal soneto

Oficial escribiendo una carta, Gerard ter Borch (1617-1681)

"Al soneto, vecinos, al malvado,
al sacrílego, al loco, al sedicioso,
revolvedor de caldos, mentiroso,
afrentoso al señor que lo ha criado.

Atadle bien los pies, como el taimado
no juegue de ellos, pues será forzoso
que el sosiego del mundo y el reposo
vuelva en un triste y miserable estado.

Quemadle vivo; muera esta cizaña,
y sus cenizas Euro las derrame
donde perezcan al rigor del cielo."

Esto dijo el honor de nuestra España,
viendo un soneto de discurso infame,
pero valiole poco su buen celo.

Baltasar del Alcázar
       (1530-1606)

jueves, 30 de enero de 2025

Blancas y hermosas manos

Retrato de Bianca, William Holman Hunt (h. 1868-1869)

Blancas y hermosas manos, que colgado
tenéis de cada dedo mi sentido;
hermoso y bello cuerpo, que escondido
tenéis a todo el bien de mi cuidado;

divino y dulce rostro, que penado
tenéis mi corazón después que os vido,
¿por qué ya no borráis de vuestro olvido
al que de sí por vos vive olvidado?

Volved con buen semblante ya, señora,
aquesos ojos llenos de hermosura;
¡sacad esta vuestra alma a dulce puerto!

Mirad que me es mil años cada hora,
y es mengua que quien vio vuestra figura
muera ya tantas veces, siendo muerto.

    Francisco de Figueroa
             (1530-1588)

domingo, 26 de enero de 2025

Nunca más vean mis ojos

Retrato de Constanza de Sommaia, Agnolo Bronzino (h. 1540)

Nunca más vean mis ojos
cosas que le den placer
hasta tornaros a ver
.

Si pudiese con la vida
recobrarse el bien perdido,
yo la doy por bien perdida,
que el morir no es a medida
del dolor que he padecido;
y pues veros apartar
fue causa de mis enojos,
pues no queda que mirar
ni lágrimas que llorar,
nunca más vean mis ojos.

¿Qué puedo ya ver, señora,
habiéndote visto en mí?
que el que te vido y te adora
no puede vivir un hora
más que cuando vive en ti.
Mas pues que con mis gemidos
no puedo ya detener,
no se acabe el padecer,
ni suenen a mis oídos
cosas que les den placer.

Cuando me atormenta amor
con temor, ausencia y muerte,
tengo yo por buena suerte
vivir con tanto dolor
a trueque de esperar verte;
pero porque de sufrir
no se canse el padecer,
finge mi mal un placer
que es imposible sentir
hasta tornaros a ver.

Isabel Vega
(Siglo XVI)

miércoles, 22 de enero de 2025

Al cielo

 Camino en un campo de amapolas, Claude Monet (a. 1926)

Clara fuente de luz, nuevo y hermoso,
rico de luminarias, patrio Cielo,
casa de la verdad sin sombra o velo,
de inteligencias ledo, almo reposo:

¡oh cómo allá te estás, cuerpo glorioso,
tan lejos del mortal caduco velo,
casi un Argos divino alzado a vuelo,
de nuestro humano error libre y piadoso!

¡Oh patria amada!, a ti sospira y llora
esta en su cárcel alma peregrina,
llevada errando de uno en otro instante;

esa cierta beldad que me enamora
suerte y sazón me otorgue tan benina
que, do sube el amor, llegue el amante.

Francisco de Aldana
      (1537-1578) 

viernes, 17 de enero de 2025

Dichoso desear, dichosa pena

         Retrato de Juana de Aragón, Rafael Sanzio (h. 1518)

¡Dichoso desear, dichosa pena,
dichosa fe, dichoso pensamiento,
dichosa tal pasión y tal tormento,
dichosa sujeción de tal cadena;

dichosa fantasía, en gloria llena,
dichoso aquel que siente lo que siento,
dichoso el obstinado sufrimiento,
dichoso mal que tanto bien ordena;

dichoso el tiempo que de vos escribo,
dichoso aquel dolor que de vos viene,
dichosa aquella fe que a vos me tira;

dichoso quien por vos vive cual vivo,
dichoso quien por vos tal ansia tiene,
felice el alma quien por vos suspira!

Gutierre de Cetina
        (1520-1557)

domingo, 12 de enero de 2025

Mañana de primavera

                                          Primavera, Claude Monet (1886)

¡Mañana de primavera!
Vino ella a besarme, cuando
una alondra mañanera
subió del surco, cantando:
«¡Mañana de primavera!»

Le hablé de una mariposa
blanca que vi en el sendero;
y ella, dándome una rosa,
me dijo: «¡Cuánto te quiero!
¡No sabes lo que te quiero!»

¡Guardaba en sus labios rojos
tantos besos para mí!
Yo le besaba los ojos...
"¡Mis ojos son para ti;
tú, para mis labios rojos!"

El cielo de primavera
era azul de paz y olvido...
Una alondra mañanera
cantó en el huerto aún dormido.
Luz y cristal su voz era
en el surco removido...
¡Mañana de primavera!

Juan Ramón Jiménez
(Jardines lejanos, 1904)

martes, 7 de enero de 2025

Égloga I (fragmento)



   Verano en el bosque,  Peder Mørk Mønsted (1898)

                                 SALICIO


Por ti el silencio de la selva umbrosa,
por ti la esquividad y apartamiento
del solitario monte me agradaba;
por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba.
          ¡Ay, cuánto me engañaba!
          ¡Ay, cuán diferente era
          y cuán de otra manera
lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
la siniestra corneja, repitiendo
          la desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
reputándolo yo por desvarío,
vi mi mal entre sueños, desdichado!
Soñaba que en el tiempo del estío
llevaba, por pasar allí la siesta,
a abrevar en el Tajo mi ganado;
           y después de llegado,
           sin saber de cuál arte,
           por desusada parte
y por nuevo camino el agua se iba;
ardiendo yo con la calor estiva,
el curso, enajenado, iba siguiendo
          del agua fugitiva.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena?
Tus claros ojos ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste?
¿Cuál es el cuello que como en cadena
de tus hermosos brazos añudaste?
          No hay corazón que baste,
          aunque fuese de piedra,
          viendo mi amada hiedra
de mí arrancada, en otro muro asida,
y mi parra en otro olmo entretejida,
que no se esté con llanto deshaciendo
          hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Garcilaso De la Vega
(h.1501-1536)


sábado, 28 de diciembre de 2024

Otoño

                        Cortejo, Géza Udvary (1872-1932)

¡Qué dulces las uvas dulces!…
¡Qué verdes tus ojos claros!…

Tú me mirabas, mirabas;
yo comía, grano a grano…

Y, de pronto, te inclinaste,
y me tomaste en los labios,
húmedos de zumo y risas,
un beso goloso y largo.

Ángela Figuera Aymerich
(Otoño, 1983)

martes, 24 de diciembre de 2024

A Margarita Debayle

                    Gulab Singh montado en elefante, Kapur Singh (h. 1874)

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar;
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.
                
                    *   *   *

Este era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes.

Un kiosko de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti.
Cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: “¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?”

La princesa no mentía,
y así, dijo la verdad:
“Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad.”

Y el rey clama: “¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar.”

Y dice ella: “No hubo intento:
yo me fui no sé por qué;
por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté.”

Y el papá dice enojado:
“Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver.”

La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: “En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en Mí.”

Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor,
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

                     *   *   *

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.

Rubén Darío
(Poema del otoño y otros poemas, 1910)

viernes, 20 de diciembre de 2024

Sé todos los cuentos

         Madre leyendo un cuento a sus hijas, James Jebusa Shannon (1895)

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan solo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre 
       los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.

León Felipe
(Llamadme publicano, 1950)

lunes, 16 de diciembre de 2024

Coplas por la muerte de su padre (fragmento)

         Miniatura de Ricardo I en su lecho de muerte, Anónimo (siglo XIV)
     
               XXXIII

Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta

              XXXIV

diciendo: «Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago.
Y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
por sufrir esta afrenta
que os llama.

              XXXV

No se os haga tan amarga
la batalla temerosa
que esperáis,
pues otra vida más larga
de fama tan glorïosa
acá dejáis;
aunque esta vida de honor
tampoco no es eternal
ni verdadera,
mas, con todo, es muy mejor
que la vida terrenal,
perecedera.

Jorge Manrique
(1440-1479)
 

jueves, 12 de diciembre de 2024

Romance de doña Alda

           Miniatura del Ms. Arundel, Maître du Hiéron (siglo XV)

En París está doña Alda,
la esposa de don Roldán, 
trescientas damas con ella
para bien la acompañar:
todas visten un vestido,
todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa,
todas comían de un pan. 
Las ciento hilaban el oro,
las ciento tejen cendal,
ciento 
tañen instrumentos 
para a doña Alda alegrar.
Al son de los instrumentos 
doña Alda adormido se ha;
ensoñado había un sueño,
un sueño de gran pesar.
Despertó despavorida
con un dolor sin igual,
los gritos daba tan grandes
se oían en la ciudad.
–¿Qué es aquesto, mi señora, 
qué es lo que os hizo mal?
-Un sueño soñé, doncellas,
que me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte, 
en un desierto lugar, 
y de so los montes altos
un azor vide volar;
tras dél viene una aguililla
que lo ahincaba muy mal.
El azor con grande cuita 
metióse so mi brial;
el águila con gran ira,
de allí lo iba a sacar;
con las uñas lo despluma,
con el pico lo deshace. 
Allí habló su camarera,
bien oiréis lo que dirá:
-Aquese sueño, señora,
bien os lo entiendo soltar:
el azor es vuestro esposo,
que de España viene ya; 
el águila sodes vos,
con la cual ha de casar,
y aquel monte era la iglesia
donde os han de velar. 
–Si así es, mi camarera,
bien te lo entiendo pagar.
Otro día de mañana
cartas de lejos le traen;
tintas venían de fuera, 
de dentro escritas con sangre,
que su Roldán era muerto
en la caza de Roncesvalles.
Cuando tal oyó doña Alda
muerta en el suelo se cae.

Anónimo
(Siglo XV)

domingo, 8 de diciembre de 2024

Romance de doña Urraca

Grabado del Romancero selecto del Cid, recopilado por Manuel Milá i Fontanals (1884)

–Morir vos queredes, padre,
¡San Miguel vos haya el alma!
Mandastes las vuestras tierras
a quien se vos antojara:
diste a don Sancho a Castilla,
Castilla la bien nombrada;
a don Alfonso a León,
con Asturias y Sanabria,
a don García a Galicia
con Portugal la preciada, 
¡y a mí, porque soy mujer,
dejáisme desheredada!
Irme he yo de tierra en tierra
como una mujer errada;
mi lindo cuerpo daría
a quien bien se me antojara, 
a los moros por dinero
y a los cristianos de gracia;
de lo que ganar pudiere,  
haré bien por vuestra alma.
Allí preguntara el rey:
–¿Quién es esa que así habla?
Respondiera el arzobispo:
–Vuestra hija doña Urraca.
–Calledes, hija, calledes,
no digades tal palabra,
que mujer que tal decía
merecía ser quemada.
Allá en tierra leonesa  
un rincón se me olvidaba,
Zamora tiene por nombre,
Zamora la bien cercada,
de un lado la cerca el Duero,
del otro peña tajada.
¡Quien vos la quitare, hija,
la mi maldición le caiga! 
Todos dicen: "Amén, amén",
sino don Sancho que calla.

Anónimo
(Siglo XV)

sábado, 30 de noviembre de 2024

Ahora en punto

               Canal con barcaza en Spreewald, Walter Moras (1856-1925)

¡Qué día claro, qué aire limpio y cierto,
qué libertad efímera y gloriosa,
qué ganas de que pase cualquier cosa
que deje el corazón al descubierto,

qué salvaje placer de no estar muerto,
qué ansia de amar a tanta gente hermosa,
qué afán de hacer sonetos a una rosa,
qué extraña magia de soñar despierto,

qué deseo candente como brasa,
qué gozo de vagar sin rumbo a pie,
qué escasas intenciones de ir a casa,

qué empeño en olvidar lo que ya sé:
qué vida breve, qué temprano pasa,
qué frágil, qué fugaz, qué corta. ¿Y qué?

Álvaro Tato
(Año luz, 2021)

martes, 26 de noviembre de 2024

Canción de la enamorada

Camino del jardín, Annie L. Pressland (h. 1900-1910)

Amado: dame aromas
para aromar un sueño
que ya tengo un arrullo
de tórtola en el pecho
y un despertar de rosas
en los labios abiertos.
Amado: dame aromas
para aromar un sueño.

Luciérnagas y estrellas
para enjoyar mi pelo
que no puedo trenzarlo
y lo tengo deshecho
porque un temblor de almíbar
me recorre los dedos.
Dame joyas, amado,
para adornar mi pelo.

Y luego, por la tarde,
al volver del espliego
vendimiemos cerezas
en la paz de mi huerto
que caigan en mi falda
enredadas en besos.
¡Por la tarde, amor mío,
al volver del espliego!

Alfonsa De la Torre
(Plazuelas de las obediencias, 1969)

viernes, 22 de noviembre de 2024

Tarde

                         Prado, Anna Billing (1885)

Mejor que tú, pensamiento,
este olvido de enramada
donde todo vive en nada:
hoja al sol, pájaro al viento.
De azul de luz sin cimiento,
¡qué cúpula! Maravilla
de ingravidez amarilla.
Mejor, pensamiento, el río;
donde apenas moja el frío
de su límite la orilla.


Juan José Domenchina
(Margen, 1933)

lunes, 18 de noviembre de 2024

Cumplo dieciséis años

                             Mesa con faroles, Henri Le Sidaner (h. 1904-1920)

Cumplo dieciséis años con unas alpargatas de esparto y el
      sonido de las cosas escondidas
cumplo dieciséis años como quien apaga las tostadoras
      del paraíso cada mañana
como un nuevo padre que busca happy birthday en el
      traductor
las hogueras sobre mis sueños lejanos leen el horóscopo
      y dibujan caballos con su sangre
no pido grandes desfiles
cumplo dieciséis años pero tampoco es el Día Nacional
      del Guacamole
comeré cereales y tartas calientes y apio con crema de
      cacahuete
ataviado con chaleco de perejil y bajo el pestillo de las
      puertas siento a los pechos temblar
en montones de azúcar
cumplo dieciséis años y noto mi alma crujir como
      rodillas adolescentes
crezco y me veo tan dentro que los recolectores de
      azafrán repiten el pretérito imperfecto del verbo
      connaître
los poetas tienen una caja de lápices que abren cada
      atardecer mientras lloran en griego
bailo sobre una tierra y pronuncio lentamente mi nombre.

Mario G. Obrero
(Peachtree City, 2021)

jueves, 14 de noviembre de 2024

La isla

                          Sin título, Alfred Thompson Bricher (1879)

Deslizándome en el agua
hasta la Isla he venido.
He vagado entre sus brisas.
Y por su costa he corrido.

Del mar salí llena de algas,
con el bañador ceñido.
Y tras andar por la Isla,
bajo un árbol he dormido.

¡Qué soledad suntuosa!
¡Qué espléndida soledad!
¡Y qué fatigosa vida
la vida de la ciudad!

Concha Méndez
(Surtidor, 1928)
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...