...¡Con qué ligeros pasos vas corriendo!
¡Oh, cómo te me ausentas, tiempo vano!
¡Ay de mi bien, y de mi ser tirano,
cómo tu altivo brazo voy siguiendo!
...Detenerte pensé, pasaste huyendo;
seguite, y ausentástete liviano;
gastete a ti en buscarte, ¡oh inhumano!:
mientras más te busqué, te fui perdiendo.
...Ya conozco tu furia; ya, humillado,
de tu guadaña pueblo los despojos;
¡oh amargo desengaño no admitido!
...Ciego viví, y al fin, desengañado,
hecho Argos de mi mal, con tristes ojos
huir te veo, y véote perdido.
Luis Carrillo y Sotomayor
(h. 1585-1610)
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