No la culpo
de cumplir con sus deberes
año tras año.
Comprendo que mi tristeza
no detendrá el verdor.
Si la hierba vacila
se debe solo al viento.
No me duele que los alisos
inclinados sobre el agua
vuelvan a tener con que susurrar.
Acepto de buen grado
que —como si aún vivieras—
la orilla de cierto lago
siga tan bella como antes.
No les reprocho a las vistas
las vistas a una bahía
deslumbrada por el sol.
Incluso soy capaz de imaginar
que unos no-nosotros
están en este momento sentados
en el tronco caído de un abedul.
Respeto su derecho
al bisbiseo, a la risa
y al silencio feliz.
Incluso les supongo
por amor unidos,
y que él la rodea
con un brazo vivo.
Algo súbito, algo pajaril
cruje entre el juncal.
De corazón les deseo
que lo oigan.
No pido cambios
a las olas de la orilla,
ora ágiles, ora perezosas,
que, a mí, no me obedecen.
No exijo nada
del remanso del bosque,
ya esmeralda,
ya zafiro,
ya negro.
Solo con un detalle no me conformo.
Con mi propio regreso al lugar.
Con el privilegio de la presencia.
Presento mi renuncia.
No he vivido más que tú,
sino solo lo bastante
para pensar de lejos.
Wisława Szymborska
(Fin y principio, 1993)
[Traducción de Ana Mª Moix y Jerzy Wojciech Slawomirski]
¡Asombroso!
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