martes, 16 de febrero de 2016

Preciosa y el aire

 La pequeña panderetera, François-Alfred Delobbe (1884)

    Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.

                      *
    Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento, que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira la niña tocando
una dulce gaita ausente.


    Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.


    Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.


    Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.


    ¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.

                           *
    Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.


    Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.


    El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.


    Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.


Federico García Lorca
(Romancero gitano, 1928)

miércoles, 10 de febrero de 2016

No sé si el mar es, hoy

            Playa con sol poniente, Jaime Morera y Galicia (1854-1927)

    No sé si el mar es, hoy
–adornado su azul de innumerables
espumas–,
mi corazón; si mi corazón, hoy
–adornada su grana de incontables
espumas–,
es el mar.
                 Entran, salen
uno de otro, plenos e infinitos,
como dos todos únicos.
A veces, me ahoga el mar el corazón,
hasta los cielos mismos.
Mi corazón ahoga el mar, a veces,
hasta los mismos cielos.

Juan Ramón Jiménez 
(Diario de un poeta recién casado, 1916)

sábado, 6 de febrero de 2016

Allá, en las tierras altas

                          Logoyschina, Alexei Kuzmich (1992)

    Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...

    ¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.

    Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.


Antonio Machado
(Campos de Castilla, 1912-1917)

jueves, 4 de febrero de 2016

Fue una clara tarde, triste y soñolienta

             Jardines del Generalife, Santiago Rusiñol (1909)

    Fue una clara tarde, triste y soñolienta
tarde de verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta...

                        La fuente sonaba.
    Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruïdo abriose la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
golpeó el silencio de la tarde muerta.

    En el solitario parque, la sonora
copla borbollante del agua cantora
me guió a la fuente. La fuente vertía
sobre el blanco mármol su monotonía.

    La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi canto presente?
Fue una tarde lenta del lento verano.

    Respondí a la fuente:
No recuerdo, hermana,
mas sé que tu copla presente es lejana.

    Fue esta misma tarde: mi cristal vertía
como hoy sobre el mármol su monotonía.
¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares,
que ves, sombreaban los claros cantares
que escuchas. Del rubio color de la llama,
el fruto maduro pendía en la rama,
lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?...
Fue esta misma lenta tarde de verano.

    —No sé qué me dice tu copla riente
de ensueños lejanos, hermana la fuente.

    Yo sé que tu claro cristal de alegría
ya supo del árbol la fruta bermeja;
yo sé que es lejana la amargura mía
que sueña en la tarde de verano vieja.

    Yo sé que tus bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
mas cuéntame, fuente de lengua encantada,
cuéntame mi alegre leyenda olvidada.

    —Yo no sé leyendas de antigua alegría,
sino historias viejas de melancolía.

    Fue una clara tarde del lento verano...
Tú venías solo con tu pena, hermano;
tus labios besaron mi linfa serena,
y en la clara tarde dijeron tu pena.

    Dijeron tu pena tus labios que ardían;
la sed que ahora tienen, entonces tenían.

    —Adiós para siempre la fuente sonora,
del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre; tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía.

    Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruïdo abriose la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó en el silencio de la tarde muerta.


Antonio Machado
(Soledades, galerías y otros poemas, 1907)

lunes, 1 de febrero de 2016

Ocaso

          Atardecer sobre la costa de Málaga, Guillermo Gómez Gil (1918)

    Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde... El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.

    Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.

    Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,

    para mi amarga vida fatigada...,
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar en nada!... 

Manuel Machado
(Ars Moriendi, 1922)

sábado, 30 de enero de 2016

Clair de lune

             La Bahía de Nápoles a la luz de la luna, Ivan Aivazovsky (1842)

Votre âme est un paysage choisi
Que vont charmant masques et bergamasques,
Jouant du luth et dansant et quasi
Tristes sous leurs déguisements fantasques;

Tout en chantant sur le mode mineur
L'amour vainqueur et la vie opportune,
Ils n'ont pas l'air de croire à leur bonheur
Et leur chanson se mêle au clair de lune,

Au calme clair de lune triste et beau
Qui fait rêver les oiseaux dans les arbres
Et sangloter d'extase, les jets d'eau,
Les grands jets d'eau sveltes parmi les marbres.


Paul Verlaine
(Fêtes galantes, 1869)

Versión al castellano de Un poema cada día

Claro de luna

Vuestra alma es un escogido paisaje,
Do bergamascas y preciosas máscaras
Van tocando el laúd y casi danzan
Tristes con sus excéntricos disfraces;

Cuando cantan en el modo menor
Al amor vencedor y la vida oportuna,
En su dicha no parecen creer
Y su canción se mezcla con el claro de luna,

Claro de luna calmo, triste, hermoso
que soñar hace a las aves en árboles
Y sollozar de éxtasis a los chorros,
Grandes chorros esbeltos entre mármoles.


(Fiestas galantes, 1869)

sábado, 23 de enero de 2016

El Cisne

                          Lohengrin, August von Heckel (1886)

Fue en una hora divina para el género humano.
El Cisne antes cantaba solo para morir.
Cuando se oyó el acento del Cisne wagneriano
fue en medio de una aurora, fue para revivir.

Sobre las tempestades del humano oceano
se oye el canto del Cisne; no se cesa de oír,
dominando el martillo del viejo Thor germano
o las trompas que cantan la espada de Argantir.

¡Oh Cisne! ¡Oh sacro pájaro! Si antes la blanca Helena
del huevo azul de Leda brotó de gracia llena,
siendo de la Hermosura la princesa inmortal,

bajo tus blancas alas la nueva Poesía
concibe en una gloria de luz y de harmonía
la Helena eterna y pura que encarna el ideal.


Rubén Darío
(Prosas profanas, 1896)

sábado, 16 de enero de 2016

Première soirée

   Silver, Albert Joseph Moore (1848-1893)

– Elle était fort déshabillée
Et de grands arbres indiscrets
Aux vitres jetaient leur feuillée
Malinement, tout près, tout près.

Assise sur ma grande chaise,
Mi-nue, elle joignait les mains.
Sur le plancher frissonnaient d'aise
Ses petits pieds si fins, si fins.

– Je regardai, couleur de cire,
Un petit rayon buissonnier
Papillonner dans son sourire
Et sur son sein, – mouche au rosier.

– Je baisai ses fines chevilles.
Elle eut un doux rire brutal
Qui s'égrenait en claires trilles,
Un joli rire de cristal.

Les petits pieds sous la chemise
Se sauvèrent : "Veux-tu finir! "
– La première audace permise,
Le rire feignait de punir!

– Pauvrets palpitants sous ma lèvre,
Je baisai doucement ses yeux :

– Elle jeta sa tête mièvre
En arrière : "Oh! c'est encor mieux!...

Monsieur, j'ai deux mots à te dire... "
– Je lui jetai le reste au sein
Dans un baiser, qui la fit rire
D'un bon rire qui voulait bien...

– Elle était fort déshabillée
Et de grands arbres indiscrets
Aux vitres jetaient leur feuillée
Malinement, tout près, tout près.


Arthur Rimbaud
(Poésies, juillet-octobre 1870)

Versión al castellano de Un poema cada día

Primera velada

Estaba casi desnuda
y grandes árboles indiscretos
a los cristales tendían su follaje
con malicia, cerca, muy cerca.

Sentada en mi sillón,
semidesnuda, juntaba las manos.
En el suelo se estremecían de gusto
sus finos, sus muy finos piececitos.

Miré, de color de cera,
un rayito montaraz
mariposear en su sonrisa
y su seno – mosca en el rosal.

Besé sus finos tobillos,
soltó una risa dulce y brutal
que se desgranaba en claros trinos,
una hermosa risa de cristal.

Sus piececitos bajo la camisa
se escondieron: "¡Quieres parar!"
¡La primera audacia permitida,
la risa fingía castigar!

Sus pobrecitos ojos palpitantes,
bajo mis labios, besé con dulzor:
echó hacia atrás su delicada
cabecita: "¡Oh, mucho mejor...!"

"Señor, te quiero decir..."
Le vertí el resto en el seno
con un beso, que la hizo reír
con risa de consentimiento...

Estaba casi desnuda
y grandes árboles indiscretos
a los cristales tendían su follaje
con malicia, cerca, muy cerca.

(Poesías, julio-octubre de 1870)

Vladimir Bagrov ha realizado esta preciosa versión cantada del poema, que compartimos con vosotros.


domingo, 10 de enero de 2016

¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!


                          Idilio, Lawrence Koe (h. 1908-1911)

LEONARDO.      ¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
                     Porque yo quise olvidar
                     y puse un muro de piedra
                     entre tu casa y la mía.
                     Es verdad. ¿No lo recuerdas?
                     Y cuando te vi de lejos
                     me eché en los ojos arena.
                     Pero montaba a caballo
                     y el caballo iba a tu puerta.
                     Con alfileres de plata
                     mi sangre se puso negra,
                     y el sueño me fue llenando
                     las carnes de mala hierba.
                     Que yo no tengo la culpa,
                     que la culpa es de la tierra
                     y de ese olor que te sale
                     de los pechos y las trenzas.

NOVIA.           ¡Ay qué sinrazón! No quiero
                     contigo cama ni cena,
                     y no hay minuto del día
                     que estar contigo no quiera,
                     porque me arrastras y voy,
                     y me dices que me vuelva
                     y te sigo por el aire
                     como una brizna de hierba.
                     He dejado a un hombre duro
                     y a toda su descendencia
                     en la mitad de la boda
                     y con la corona puesta.
                     Para ti será el castigo
                     y no quiero que lo sea.
                     ¡Déjame sola! ¡Huye tú!
                     No hay nadie que te defienda.

LEONARDO.    Pájaros de la mañana
                     por los árboles se quiebran.
                     La noche se está muriendo
                     en el filo de la piedra.
                     Vamos al rincón oscuro
                     donde yo siempre te quiera,
                     que no me importa la gente
                     ni el veneno que nos echa.


Federico García Lorca
(Bodas de sangre, 1933)

lunes, 21 de diciembre de 2015

Cántico espiritual (fragmento)

 
        Un bosque cerca de Ilsenburg, en el Harz, Peder Mørk Mønsted (1908)

    Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte o al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.

    Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas;
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos.

    Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí, tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día:

    El aspirar del aire,
el canto de la dulce Filomena,
el soto y su donaire,
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena.

    Que nadie lo miraba,
Aminadab tampoco parecía,
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a vista de las aguas descendía.


San Juan de la Cruz
      (1542-1591)

domingo, 13 de diciembre de 2015

Irla

             Playa de Waikiki a la luz del sol, D. Howart Hitchkock (1896)

Igandea da hondartzan asmo oneko jendearentzat.
Hango harrabots urruna entzuten da irlatik. 


Uretara sartu gara biluzik,
Anemonak, trikuak, barbarinak ikusi ditugu hondoan.
Begira, haizeak garia bezala mugitzen du urak hondarra.
Urpera sartu eta azpitik begiratu zaitut.
Atsegin dut esku eta zangoen mugimendu geldoa,
Atsegin sabelpeek itsasbelarren forma hartzean.


Lehorrera igo gara. Bero da eta itzal egiten dute pinuek.
Gaziak dira zure besoak, gazia bularra, sabela gazia.
Ilargia itsasoarekin lotzen duen indar berak lotu gaitu geu ere.
Mendeak segundu bihurtu dira eta segunduak mende.
Udare zurituak gure gorputzak.


Anemonak, trikuak, barbarinak ikusi ditugu hondoan.
Igandea da hondartzan asmo oneko jendearentzat.


 Kirmen Uribe  
(Bitartean heldu eskutik, 2001)

Isla

Es domingo en la playa para la gente de buena voluntad.
Desde la isla se oye un rumor lejano.

Vamos al agua desnudos.
Anémonas, salmonetes, erizos.
Mira, el mar mueve la arena
como el viento mueve el trigo.
Bajo el agua te veo.
Me gusta el lento movimiento de brazos y piernas.
Me gusta tu pubis convertido en alga.

Salimos del agua. Hace calor. Hay sombra entre pinos.
Tus brazos están salados, tu pecho salado, tu vientre.
La misma fuerza que une mar y luna nos ha unido.
Los segundos se confunden con los siglos y los siglos con los segundos.   
Nuestros cuerpos son peras recién peladas.

Anémonas , salmonetes, erizos.
Es domingo en la playa para la gente de buena voluntad.

(Mientras tanto, cógeme la mano, ed. biligüe de 2003)

[Traducción al castellano de Kirmen Uribe, Gerardo Markuleta y Ana Arregi]
 

lunes, 7 de diciembre de 2015

María Soliña


            Versión cantada del poema de Luar Na Lubre, en Camiños da Fin da Terra (2007)

Polos camiños de Cangas
a voz do vento xemía:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.

Nos areales de Cangas,
muros de noite se erguían:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.

As ondas do mar de Cangas
acedos ecos traguían:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.

As gueivotas sobre Cangas
soños de medo tecían:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.

Baixo os tellados de Cangas
anda un terror de auga fría:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.


Celso Emilio Ferreiro
(Longa noite de pedra, 1962)

Versión en castellano de Un poema cada día

Por los caminos de Cangas
la voz del viento gemía:
¡ay, qué sola te quedaste,
María Soliña !
En los arenales de Cangas,
muros de noche se erguían:
¡ay, qué sola te quedaste,
María Soliña!
Las olas del mar de Cangas
ácidos ecos traían:
¡ay, qué sola te quedaste,
María Soliña!
Las gaviotas sobre Cangas
sueños de miedo tejían:
¡ay, qué sola te quedaste,
María Soliña!
Bajo los tejados de Cangas
anda un terror de agua fría:
¡ay, qué sola te quedaste,
María Soliña!

(Larga noche de piedra, 1962) 

sábado, 5 de diciembre de 2015

Interior de cafè

Autorretrato delante de un espejo, Henri de Toulouse-Lautrec (1882-1883) 

En un mirall de la paret d'enfront
hi ha el meu rostre, que em mira solitari
com si veiés passar els trens de l'infància
Vivíem en un pis petit i fosc
vora l'estació. Vivia sol
amb la càlida por del pare i de la mare
i una germana morta.

Però al fons,
en l'hivern del mirall, per la finestra,
veig les vies cobertes per la neu.
Sé què em passa. Començo a ser feliç.
 

Joan Margarit
(Misteriosament feliç, 2008)

 

En un espejo, en la pared de enfrente,
mi rostro me contempla solitario
como viendo pasar los trenes de la infancia.
El nuestro era un pequeño piso oscuro
cerca de la estación. Vivía solo
con el cálido miedo de mi padre y mi madre
y con mi hermana muerta.

Al fondo, en el invierno del espejo,
veo, a través de la ventana,
los raíles cubiertos por la nieve.
Sé qué me pasa: empiezo a ser feliz.


[Traducción al castellano del propio autor, de su edición bilingüe Misteriosamente feliz, Visor, 2009)

lunes, 30 de noviembre de 2015

Gacela grácil, me cautivaste con tu belleza

            Mujer judía de Tánger, Charles Landelle (1821-1908)

Gacela grácil, me cautivaste con tu belleza,
cruelmente me esclavizaste en tu prisión.
Desde el día que la separación se interpuso entre nosotros
no he encontrado una figura comparable a tu hermosura.
Me alimento de una roja manzana cuyo aroma es como
la fragancia de tu rostro y tu ornamento.
Su forma es como tus pechos y el color

es como ese rubí que asoma a tus mejillas.

Yehudá Ha-Leví
    (Siglo XII) 


[Traducción del hebreo de María José Cano para Locus amoenus. Antología de la lírica medieval de la Península ibérica, edición bilingüe de Carlos Alvar y Jenaro Talens, Galaxia Gutenberg, 2009.]

domingo, 22 de noviembre de 2015

Entre muertos inmóviles, soy el único vivo

  Vista de Karnak en Egipto, atribuido a Johann Jacob Frey (1813-1865)

Entre muertos inmóviles, soy el único vivo,
el único despierto en un tiempo  que duerme;
voy por el mundo y solo veo
seres dormidos
como los de la cueva de al-Raqim.
Se han borrado los hitos
de la cultura y los conocimientos que eran míos
y sobrevivo
como una huella del pasado.

Abu L-Asbag Ibn Al-Jatib
               (Siglo X)

[Traducción del árabe de Teresa Garulo para Locus amoenus. Antología de la lírica medieval de la Península ibérica, edición bilingüe de Carlos Alvar y Jenaro Talens, Galaxia Gutenberg, 2009.]

domingo, 15 de noviembre de 2015

Vértigo

           Hombre afligido, Vincent Van Gogh (1890)

Desolación y vértigo se juntan.
Parece que nos vamos a caer,
que nos ahogan por dentro. Nos sentimos
solos, y nuestra sombra en la pared
no es nuestra, es una sombra que no sabe,
que no puede acordarse de quién es.
Desolación y vértigo se agolpan
en el pecho, se escurren como un pez,
parece que patina nuestra sangre,
sentimos que vacilan nuestros pies.

El aire viene lleno de recuerdos
y nos duele en el alma su vaivén,
divisamos azules mares, dentro
de la niebla infinita del ayer.
Desolación y vértigo se meten
por los ojos y no nos dejan ver.
Un pañuelo en el viento anda perdido,
viene y va, como un trozo de papel,
y lo lavan tus manos con las lágrimas
que nuestros ojos han vertido en él.

Desolación y vértigo se juntan.
Parece que nos vamos a caer,
que nos ahogan por dentro. Nos quedamos
mirando fijamente a la pared,
no podemos llorar y se nos queda
el llanto amontonado, de través,
nos tapamos los ojos con las manos,
apretamos los dedos en la sien,
sentimos que nos llaman desde lejos,
no sabemos de dónde, para qué...


Blas de Otero
(Ancia, 1958) 

viernes, 6 de noviembre de 2015

En Sevilla está una ermita

 Dama tocando un clavicordio, Maestro de retratos femeninos (h. 1530)

En Sevilla está una ermita
cual dicen de San Simón,
adonde todas las damas
iban a hacer oración.
Allá va la mi señora,
sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya,
mantillo de un tornasol,
en la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor,
en la su cara muy blanca
lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol,
a la entrada de la ermita,
relumbrando como el sol.
El abad que dice misa
no la puede decir, no,
monaguillos que le ayudan
no aciertan responder, no,
por decir: amén, amén,
decían: amor, amor.


Anónimo
(Siglo XV)

sábado, 31 de octubre de 2015

Coplas por la muerte de su padre (fragmento)

 La Rueda de la Fortuna [miniatura del Hortus Deliciarum, Herrada de Landsberg (S. XII)]

                IX

Decidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.

               X

Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán bajos y abatidos
que los tienen;
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.

             XI

Los estados y riqueza,
que nos dejan a deshora
¿quién lo duda?,
no les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda;
que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa. 


Jorge Manrique
(h. 1440-1479)

miércoles, 28 de octubre de 2015

Under der linden


 Miniatura procedente del Codex Manesse, copiado e iluminado entre 1305 y 1340.

Under der linden
án der heide,
dâ únser zweier bette was,
dâ muget ir vinden
schône beide
gebrochen bluomen unde gras.
Vór dem walde in einem tal,
tandaradei,
schône sanc diu nahtegal.


Ich kam gegangen
zuo der ouwe:
dô was mîn friedel komen ê.
Dâ wart ich empfangen
hêre frouwe
daz ich bin sælic iemer mê.
Kust er mich? Wol tûsentstunt:
tandaradei,
séht wie rôt mir ist der munt.


Dô hete er gemachet
alsô rîche
von bluomen eine bettestat.
Des wirt noch gelachet
inneclîche,
kumt iemen an daz selbe pfat.
Bî den rôsen er wol mac
tandaradei,
merken wâ mirz houbet lac.


Daz er bî mir læge,
wesse ez iemen
(nû enwélle got!), so schamte ich mich.
Wes er mit mir pflæge,
niemer niemen
bevinde daz wan er und ich
und ein kleinez vogellîn:
tandaradei,
daz mac wol getriuwe sîn.


Walter von der Vogelweide
(h. 1170-h.1230) 

Bajo el tilo
en la campiña,
donde estaba nuestro lecho,
encontraréis
donde los dos
quebramos flores y hierbas.
En un valle frente al bosque,
tandaradai,
cantaba bello el ruiseñor.

Fui andando
hasta la pradera:
mi amado ya había llegado.
Allí, ay,
fui acogida;
dichosa soy desde entonces.
¿Sus besos? ¡Deleite sin fin,
tandaradai,
ved qué roja está mi boca!

Le vi cómo hacía
con flores
nuestro lecho primoroso.
De ello reirá
con ternura
quien transite ese camino.
Las rosas le descubrirán,
tandaradai,
dónde apoyé mi cabeza.

Que mi amor
yació conmigo,
nadie (quiera Dios) se entere.
Lo que él
conmigo hizo,
solo él y yo sepamos,
y un pequeño pajarillo,
tandaradai,
que nos guardará el secreto.

[Traducción al castellano de Bern Dietz, Antología del Minnesang, ed. Hiperión]

martes, 20 de octubre de 2015

So el encina

                      La encina de Flagey, Gustave Courbet (1864)

So el encina, encina,
so el encina.

Yo me iba, mi madre,
a la romería;
por ir más devota
fui sin compañía.
So el encina.

Por ir más devota
fui sin compañía;
tomé otro camino,
dejé el que tenía.
So el encina.

Tomé otro camino,

dejé el que tenía;
halleme perdida
en una montiña.
So el encina.

Halleme perdida
en una montiña,
echeme a dormir
al pie del encina.
So el encina.
 

Echeme a dormir
al pie del encina;
a la media noche
desperté, mezquina.
So el encina.

A la media noche
desperté, mezquina;
halleme en los brazos
del que más quería.
So el encina.
 

Halleme en los brazos
del que más quería;
pesome, cuitada
desque amanecía.
So el encina.

Pesome, cuitada,
desque amanecía
porque yo gozaba
del que más quería.
So el encina.

Porque yo gozaba

del que más quería:
¡muy bendita sía
la tal romería!
So el encina.


Anónimo
(Siglo XV)

domingo, 18 de octubre de 2015

Ai, Deus, se sab' ora meu amigo

                   Viejos cedros, Charles Warren Eaton (1857-1937)

Ai, Deus, se sab' ora meu amigo
com' eu senlheira estou en Vigo!
     E vou namorada.

Ai, Deus, se sab' ora meu amado
com' eu en Vigo senlheira manho! 
     E vou namorada.

Com' eu senlheira estou en Vigo,
e nulhas guardas non ei comigo!
     E vou namorada.

Com' eu en Vigo
senlheira manho,
e nulhas guardas migo non trago! 
     E vou namorada.

E nulhas guardas non ei comigo,
ergas meus olhos que choran migo. 
     E vou namorada.

E nulhas guardas migo non trago,
ergas meus olhos que choran ambos. 
     E vou namorada.

Martín Codax
(Siglos XIII-XIV) 

Versión en castellano de Un poema cada día

¡Ay, Dios, si supiese ahora mi amigo
cuán sola estoy en Vigo!
     Y voy enamorada.

¡Ay, Dios, si supiese ahora mi amado
cuán sola en Vigo me hallo!
     Y voy enamorada.

¡Cuán sola estoy en Vigo,
y nadie que vigile tengo conmigo!
     Y voy enamorada.

¡Cuán sola en Vigo me hallo,
y nadie que vigile conmigo traigo!
     Y voy enamorada.

Y nadie que vigile tengo conmigo,
sino mis ojos que lloran conmigo.
     Y voy enamorada.

Y nadie que vigile conmigo traigo,
sino mis ojos que lloran ambos.
     Y voy enamorada.

jueves, 15 de octubre de 2015

Mamma, ayy habibi

 Elegantes mujeres árabes en una terraza al atardecer, Rudolph Ernst (1854-1932)

¡Mamma, ayy habibi!
Suaal-chumella shaqrellah,
el collo albo,
e boquella hamrellah.

Anónimo
(Siglo XI)

Versión al castellano de Un poema cada día

¡Madre, ay qué amigo!
Su guedejuela, rubia,
el cuello, blanco,
y su boquita, coloradita.

lunes, 12 de octubre de 2015

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros

   Un riachuelo en el bosquePeder Mørk Mønsted (1895) 

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros:
lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso
de mí murmuran y exclaman: —Ahí va la loca, soñando
con la eterna primavera de la vida y de los campos,
y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha;
mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
con la eterna primavera de la vida que se apaga
y la perenne frescura de los campos y las almas,
aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños;
sin ellos, ¿cómo admiraros, ni cómo vivir sin ellos?

Rosalía de Castro
(En las orillas del Sar, 1884)
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