sábado, 30 de enero de 2016

Clair de lune

             La Bahía de Nápoles a la luz de la luna, Ivan Aivazovsky (1842)

Votre âme est un paysage choisi
Que vont charmant masques et bergamasques,
Jouant du luth et dansant et quasi
Tristes sous leurs déguisements fantasques;

Tout en chantant sur le mode mineur
L'amour vainqueur et la vie opportune,
Ils n'ont pas l'air de croire à leur bonheur
Et leur chanson se mêle au clair de lune,

Au calme clair de lune triste et beau
Qui fait rêver les oiseaux dans les arbres
Et sangloter d'extase, les jets d'eau,
Les grands jets d'eau sveltes parmi les marbres.


Paul Verlaine
(Fêtes galantes, 1869)

Versión al castellano de Un poema cada día

Claro de luna

Vuestra alma es un escogido paisaje,
Do bergamascas y preciosas máscaras
Van tocando el laúd y casi danzan
Tristes con sus excéntricos disfraces;

Cuando cantan en el modo menor
Al amor vencedor y la vida oportuna,
En su dicha no parecen creer
Y su canción se mezcla con el claro de luna,

Claro de luna calmo, triste, hermoso
que soñar hace a las aves en árboles
Y sollozar de éxtasis a los chorros,
Grandes chorros esbeltos entre mármoles.


(Fiestas galantes, 1869)

sábado, 23 de enero de 2016

El Cisne

                          Lohengrin, August von Heckel (1886)

Fue en una hora divina para el género humano.
El Cisne antes cantaba solo para morir.
Cuando se oyó el acento del Cisne wagneriano
fue en medio de una aurora, fue para revivir.

Sobre las tempestades del humano oceano
se oye el canto del Cisne; no se cesa de oír,
dominando el martillo del viejo Thor germano
o las trompas que cantan la espada de Argantir.

¡Oh Cisne! ¡Oh sacro pájaro! Si antes la blanca Helena
del huevo azul de Leda brotó de gracia llena,
siendo de la Hermosura la princesa inmortal,

bajo tus blancas alas la nueva Poesía
concibe en una gloria de luz y de harmonía
la Helena eterna y pura que encarna el ideal.


Rubén Darío
(Prosas profanas, 1896)

sábado, 16 de enero de 2016

Première soirée

   Silver, Albert Joseph Moore (1848-1893)

– Elle était fort déshabillée
Et de grands arbres indiscrets
Aux vitres jetaient leur feuillée
Malinement, tout près, tout près.

Assise sur ma grande chaise,
Mi-nue, elle joignait les mains.
Sur le plancher frissonnaient d'aise
Ses petits pieds si fins, si fins.

– Je regardai, couleur de cire,
Un petit rayon buissonnier
Papillonner dans son sourire
Et sur son sein, – mouche au rosier.

– Je baisai ses fines chevilles.
Elle eut un doux rire brutal
Qui s'égrenait en claires trilles,
Un joli rire de cristal.

Les petits pieds sous la chemise
Se sauvèrent : "Veux-tu finir! "
– La première audace permise,
Le rire feignait de punir!

– Pauvrets palpitants sous ma lèvre,
Je baisai doucement ses yeux :

– Elle jeta sa tête mièvre
En arrière : "Oh! c'est encor mieux!...

Monsieur, j'ai deux mots à te dire... "
– Je lui jetai le reste au sein
Dans un baiser, qui la fit rire
D'un bon rire qui voulait bien...

– Elle était fort déshabillée
Et de grands arbres indiscrets
Aux vitres jetaient leur feuillée
Malinement, tout près, tout près.


Arthur Rimbaud
(Poésies, juillet-octobre 1870)

Versión al castellano de Un poema cada día

Primera velada

Estaba casi desnuda
y grandes árboles indiscretos
a los cristales tendían su follaje
con malicia, cerca, muy cerca.

Sentada en mi sillón,
semidesnuda, juntaba las manos.
En el suelo se estremecían de gusto
sus finos, sus muy finos piececitos.

Miré, de color de cera,
un rayito montaraz
mariposear en su sonrisa
y su seno – mosca en el rosal.

Besé sus finos tobillos,
soltó una risa dulce y brutal
que se desgranaba en claros trinos,
una hermosa risa de cristal.

Sus piececitos bajo la camisa
se escondieron: "¡Quieres parar!"
¡La primera audacia permitida,
la risa fingía castigar!

Sus pobrecitos ojos palpitantes,
bajo mis labios, besé con dulzor:
echó hacia atrás su delicada
cabecita: "¡Oh, mucho mejor...!"

"Señor, te quiero decir..."
Le vertí el resto en el seno
con un beso, que la hizo reír
con risa de consentimiento...

Estaba casi desnuda
y grandes árboles indiscretos
a los cristales tendían su follaje
con malicia, cerca, muy cerca.

(Poesías, julio-octubre de 1870)

Vladimir Bagrov ha realizado esta preciosa versión cantada del poema, que compartimos con vosotros.


domingo, 10 de enero de 2016

¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!


                          Idilio, Lawrence Koe (h. 1908-1911)

LEONARDO.      ¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
                     Porque yo quise olvidar
                     y puse un muro de piedra
                     entre tu casa y la mía.
                     Es verdad. ¿No lo recuerdas?
                     Y cuando te vi de lejos
                     me eché en los ojos arena.
                     Pero montaba a caballo
                     y el caballo iba a tu puerta.
                     Con alfileres de plata
                     mi sangre se puso negra,
                     y el sueño me fue llenando
                     las carnes de mala hierba.
                     Que yo no tengo la culpa,
                     que la culpa es de la tierra
                     y de ese olor que te sale
                     de los pechos y las trenzas.

NOVIA.           ¡Ay qué sinrazón! No quiero
                     contigo cama ni cena,
                     y no hay minuto del día
                     que estar contigo no quiera,
                     porque me arrastras y voy,
                     y me dices que me vuelva
                     y te sigo por el aire
                     como una brizna de hierba.
                     He dejado a un hombre duro
                     y a toda su descendencia
                     en la mitad de la boda
                     y con la corona puesta.
                     Para ti será el castigo
                     y no quiero que lo sea.
                     ¡Déjame sola! ¡Huye tú!
                     No hay nadie que te defienda.

LEONARDO.    Pájaros de la mañana
                     por los árboles se quiebran.
                     La noche se está muriendo
                     en el filo de la piedra.
                     Vamos al rincón oscuro
                     donde yo siempre te quiera,
                     que no me importa la gente
                     ni el veneno que nos echa.


Federico García Lorca
(Bodas de sangre, 1933)

lunes, 21 de diciembre de 2015

Cántico espiritual (fragmento)

 
        Un bosque cerca de Ilsenburg, en el Harz, Peder Mørk Mønsted (1908)

    Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte o al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.

    Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas;
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos.

    Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí, tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día:

    El aspirar del aire,
el canto de la dulce Filomena,
el soto y su donaire,
en la noche serena,
con llama que consume y no da pena.

    Que nadie lo miraba,
Aminadab tampoco parecía,
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a vista de las aguas descendía.


San Juan de la Cruz
      (1542-1591)

domingo, 13 de diciembre de 2015

Irla

             Playa de Waikiki a la luz del sol, D. Howart Hitchkock (1896)

Igandea da hondartzan asmo oneko jendearentzat.
Hango harrabots urruna entzuten da irlatik. 


Uretara sartu gara biluzik,
Anemonak, trikuak, barbarinak ikusi ditugu hondoan.
Begira, haizeak garia bezala mugitzen du urak hondarra.
Urpera sartu eta azpitik begiratu zaitut.
Atsegin dut esku eta zangoen mugimendu geldoa,
Atsegin sabelpeek itsasbelarren forma hartzean.


Lehorrera igo gara. Bero da eta itzal egiten dute pinuek.
Gaziak dira zure besoak, gazia bularra, sabela gazia.
Ilargia itsasoarekin lotzen duen indar berak lotu gaitu geu ere.
Mendeak segundu bihurtu dira eta segunduak mende.
Udare zurituak gure gorputzak.


Anemonak, trikuak, barbarinak ikusi ditugu hondoan.
Igandea da hondartzan asmo oneko jendearentzat.


 Kirmen Uribe  
(Bitartean heldu eskutik, 2001)

Isla

Es domingo en la playa para la gente de buena voluntad.
Desde la isla se oye un rumor lejano.

Vamos al agua desnudos.
Anémonas, salmonetes, erizos.
Mira, el mar mueve la arena
como el viento mueve el trigo.
Bajo el agua te veo.
Me gusta el lento movimiento de brazos y piernas.
Me gusta tu pubis convertido en alga.

Salimos del agua. Hace calor. Hay sombra entre pinos.
Tus brazos están salados, tu pecho salado, tu vientre.
La misma fuerza que une mar y luna nos ha unido.
Los segundos se confunden con los siglos y los siglos con los segundos.   
Nuestros cuerpos son peras recién peladas.

Anémonas , salmonetes, erizos.
Es domingo en la playa para la gente de buena voluntad.

(Mientras tanto, cógeme la mano, ed. biligüe de 2003)

[Traducción al castellano de Kirmen Uribe, Gerardo Markuleta y Ana Arregi]
 

lunes, 7 de diciembre de 2015

María Soliña


            Versión cantada del poema de Luar Na Lubre, en Camiños da Fin da Terra (2007)

Polos camiños de Cangas
a voz do vento xemía:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.

Nos areales de Cangas,
muros de noite se erguían:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.

As ondas do mar de Cangas
acedos ecos traguían:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.

As gueivotas sobre Cangas
soños de medo tecían:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.

Baixo os tellados de Cangas
anda un terror de auga fría:
ai, que soliña quedache,
María Soliña.


Celso Emilio Ferreiro
(Longa noite de pedra, 1962)

Versión en castellano de Un poema cada día

Por los caminos de Cangas
la voz del viento gemía:
¡ay, qué sola te quedaste,
María Soliña !
En los arenales de Cangas,
muros de noche se erguían:
¡ay, qué sola te quedaste,
María Soliña!
Las olas del mar de Cangas
ácidos ecos traían:
¡ay, qué sola te quedaste,
María Soliña!
Las gaviotas sobre Cangas
sueños de miedo tejían:
¡ay, qué sola te quedaste,
María Soliña!
Bajo los tejados de Cangas
anda un terror de agua fría:
¡ay, qué sola te quedaste,
María Soliña!

(Larga noche de piedra, 1962) 

sábado, 5 de diciembre de 2015

Interior de cafè

Autorretrato delante de un espejo, Henri de Toulouse-Lautrec (1882-1883) 

En un mirall de la paret d'enfront
hi ha el meu rostre, que em mira solitari
com si veiés passar els trens de l'infància
Vivíem en un pis petit i fosc
vora l'estació. Vivia sol
amb la càlida por del pare i de la mare
i una germana morta.

Però al fons,
en l'hivern del mirall, per la finestra,
veig les vies cobertes per la neu.
Sé què em passa. Començo a ser feliç.
 

Joan Margarit
(Misteriosament feliç, 2008)

 

En un espejo, en la pared de enfrente,
mi rostro me contempla solitario
como viendo pasar los trenes de la infancia.
El nuestro era un pequeño piso oscuro
cerca de la estación. Vivía solo
con el cálido miedo de mi padre y mi madre
y con mi hermana muerta.

Al fondo, en el invierno del espejo,
veo, a través de la ventana,
los raíles cubiertos por la nieve.
Sé qué me pasa: empiezo a ser feliz.


[Traducción al castellano del propio autor, de su edición bilingüe Misteriosamente feliz, Visor, 2009)

lunes, 30 de noviembre de 2015

Gacela grácil, me cautivaste con tu belleza

            Mujer judía de Tánger, Charles Landelle (1821-1908)

Gacela grácil, me cautivaste con tu belleza,
cruelmente me esclavizaste en tu prisión.
Desde el día que la separación se interpuso entre nosotros
no he encontrado una figura comparable a tu hermosura.
Me alimento de una roja manzana cuyo aroma es como
la fragancia de tu rostro y tu ornamento.
Su forma es como tus pechos y el color

es como ese rubí que asoma a tus mejillas.

Yehudá Ha-Leví
    (Siglo XII) 


[Traducción del hebreo de María José Cano para Locus amoenus. Antología de la lírica medieval de la Península ibérica, edición bilingüe de Carlos Alvar y Jenaro Talens, Galaxia Gutenberg, 2009.]

domingo, 22 de noviembre de 2015

Entre muertos inmóviles, soy el único vivo

  Vista de Karnak en Egipto, atribuido a Johann Jacob Frey (1813-1865)

Entre muertos inmóviles, soy el único vivo,
el único despierto en un tiempo  que duerme;
voy por el mundo y solo veo
seres dormidos
como los de la cueva de al-Raqim.
Se han borrado los hitos
de la cultura y los conocimientos que eran míos
y sobrevivo
como una huella del pasado.

Abu L-Asbag Ibn Al-Jatib
               (Siglo X)

[Traducción del árabe de Teresa Garulo para Locus amoenus. Antología de la lírica medieval de la Península ibérica, edición bilingüe de Carlos Alvar y Jenaro Talens, Galaxia Gutenberg, 2009.]

domingo, 15 de noviembre de 2015

Vértigo

           Hombre afligido, Vincent Van Gogh (1890)

Desolación y vértigo se juntan.
Parece que nos vamos a caer,
que nos ahogan por dentro. Nos sentimos
solos, y nuestra sombra en la pared
no es nuestra, es una sombra que no sabe,
que no puede acordarse de quién es.
Desolación y vértigo se agolpan
en el pecho, se escurren como un pez,
parece que patina nuestra sangre,
sentimos que vacilan nuestros pies.

El aire viene lleno de recuerdos
y nos duele en el alma su vaivén,
divisamos azules mares, dentro
de la niebla infinita del ayer.
Desolación y vértigo se meten
por los ojos y no nos dejan ver.
Un pañuelo en el viento anda perdido,
viene y va, como un trozo de papel,
y lo lavan tus manos con las lágrimas
que nuestros ojos han vertido en él.

Desolación y vértigo se juntan.
Parece que nos vamos a caer,
que nos ahogan por dentro. Nos quedamos
mirando fijamente a la pared,
no podemos llorar y se nos queda
el llanto amontonado, de través,
nos tapamos los ojos con las manos,
apretamos los dedos en la sien,
sentimos que nos llaman desde lejos,
no sabemos de dónde, para qué...


Blas de Otero
(Ancia, 1958) 

viernes, 6 de noviembre de 2015

En Sevilla está una ermita

 Dama tocando un clavicordio, Maestro de retratos femeninos (h. 1530)

En Sevilla está una ermita
cual dicen de San Simón,
adonde todas las damas
iban a hacer oración.
Allá va la mi señora,
sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya,
mantillo de un tornasol,
en la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor,
en la su cara muy blanca
lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol,
a la entrada de la ermita,
relumbrando como el sol.
El abad que dice misa
no la puede decir, no,
monaguillos que le ayudan
no aciertan responder, no,
por decir: amén, amén,
decían: amor, amor.


Anónimo
(Siglo XV)

sábado, 31 de octubre de 2015

Coplas por la muerte de su padre (fragmento)

 La Rueda de la Fortuna [miniatura del Hortus Deliciarum, Herrada de Landsberg (S. XII)]

                IX

Decidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
de senectud.

               X

Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
por cuán bajos y abatidos
que los tienen;
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.

             XI

Los estados y riqueza,
que nos dejan a deshora
¿quién lo duda?,
no les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda;
que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa. 


Jorge Manrique
(h. 1440-1479)

miércoles, 28 de octubre de 2015

Under der linden


 Miniatura procedente del Codex Manesse, copiado e iluminado entre 1305 y 1340.

Under der linden
án der heide,
dâ únser zweier bette was,
dâ muget ir vinden
schône beide
gebrochen bluomen unde gras.
Vór dem walde in einem tal,
tandaradei,
schône sanc diu nahtegal.


Ich kam gegangen
zuo der ouwe:
dô was mîn friedel komen ê.
Dâ wart ich empfangen
hêre frouwe
daz ich bin sælic iemer mê.
Kust er mich? Wol tûsentstunt:
tandaradei,
séht wie rôt mir ist der munt.


Dô hete er gemachet
alsô rîche
von bluomen eine bettestat.
Des wirt noch gelachet
inneclîche,
kumt iemen an daz selbe pfat.
Bî den rôsen er wol mac
tandaradei,
merken wâ mirz houbet lac.


Daz er bî mir læge,
wesse ez iemen
(nû enwélle got!), so schamte ich mich.
Wes er mit mir pflæge,
niemer niemen
bevinde daz wan er und ich
und ein kleinez vogellîn:
tandaradei,
daz mac wol getriuwe sîn.


Walter von der Vogelweide
(h. 1170-h.1230) 

Bajo el tilo
en la campiña,
donde estaba nuestro lecho,
encontraréis
donde los dos
quebramos flores y hierbas.
En un valle frente al bosque,
tandaradai,
cantaba bello el ruiseñor.

Fui andando
hasta la pradera:
mi amado ya había llegado.
Allí, ay,
fui acogida;
dichosa soy desde entonces.
¿Sus besos? ¡Deleite sin fin,
tandaradai,
ved qué roja está mi boca!

Le vi cómo hacía
con flores
nuestro lecho primoroso.
De ello reirá
con ternura
quien transite ese camino.
Las rosas le descubrirán,
tandaradai,
dónde apoyé mi cabeza.

Que mi amor
yació conmigo,
nadie (quiera Dios) se entere.
Lo que él
conmigo hizo,
solo él y yo sepamos,
y un pequeño pajarillo,
tandaradai,
que nos guardará el secreto.

[Traducción al castellano de Bern Dietz, Antología del Minnesang, ed. Hiperión]

martes, 20 de octubre de 2015

So el encina

                      La encina de Flagey, Gustave Courbet (1864)

So el encina, encina,
so el encina.

Yo me iba, mi madre,
a la romería;
por ir más devota
fui sin compañía.
So el encina.

Por ir más devota
fui sin compañía;
tomé otro camino,
dejé el que tenía.
So el encina.

Tomé otro camino,

dejé el que tenía;
halleme perdida
en una montiña.
So el encina.

Halleme perdida
en una montiña,
echeme a dormir
al pie del encina.
So el encina.
 

Echeme a dormir
al pie del encina;
a la media noche
desperté, mezquina.
So el encina.

A la media noche
desperté, mezquina;
halleme en los brazos
del que más quería.
So el encina.
 

Halleme en los brazos
del que más quería;
pesome, cuitada
desque amanecía.
So el encina.

Pesome, cuitada,
desque amanecía
porque yo gozaba
del que más quería.
So el encina.

Porque yo gozaba

del que más quería:
¡muy bendita sía
la tal romería!
So el encina.


Anónimo
(Siglo XV)

domingo, 18 de octubre de 2015

Ai, Deus, se sab' ora meu amigo

                   Viejos cedros, Charles Warren Eaton (1857-1937)

Ai, Deus, se sab' ora meu amigo
com' eu senlheira estou en Vigo!
     E vou namorada.

Ai, Deus, se sab' ora meu amado
com' eu en Vigo senlheira manho! 
     E vou namorada.

Com' eu senlheira estou en Vigo,
e nulhas guardas non ei comigo!
     E vou namorada.

Com' eu en Vigo
senlheira manho,
e nulhas guardas migo non trago! 
     E vou namorada.

E nulhas guardas non ei comigo,
ergas meus olhos que choran migo. 
     E vou namorada.

E nulhas guardas migo non trago,
ergas meus olhos que choran ambos. 
     E vou namorada.

Martín Codax
(Siglos XIII-XIV) 

Versión en castellano de Un poema cada día

¡Ay, Dios, si supiese ahora mi amigo
cuán sola estoy en Vigo!
     Y voy enamorada.

¡Ay, Dios, si supiese ahora mi amado
cuán sola en Vigo me hallo!
     Y voy enamorada.

¡Cuán sola estoy en Vigo,
y nadie que vigile tengo conmigo!
     Y voy enamorada.

¡Cuán sola en Vigo me hallo,
y nadie que vigile conmigo traigo!
     Y voy enamorada.

Y nadie que vigile tengo conmigo,
sino mis ojos que lloran conmigo.
     Y voy enamorada.

Y nadie que vigile conmigo traigo,
sino mis ojos que lloran ambos.
     Y voy enamorada.

jueves, 15 de octubre de 2015

Mamma, ayy habibi

 Elegantes mujeres árabes en una terraza al atardecer, Rudolph Ernst (1854-1932)

¡Mamma, ayy habibi!
Suaal-chumella shaqrellah,
el collo albo,
e boquella hamrellah.

Anónimo
(Siglo XI)

Versión al castellano de Un poema cada día

¡Madre, ay qué amigo!
Su guedejuela, rubia,
el cuello, blanco,
y su boquita, coloradita.

lunes, 12 de octubre de 2015

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros

   Un riachuelo en el bosquePeder Mørk Mønsted (1895) 

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros:
lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso
de mí murmuran y exclaman: —Ahí va la loca, soñando
con la eterna primavera de la vida y de los campos,
y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha;
mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
con la eterna primavera de la vida que se apaga
y la perenne frescura de los campos y las almas,
aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños;
sin ellos, ¿cómo admiraros, ni cómo vivir sin ellos?

Rosalía de Castro
(En las orillas del Sar, 1884)

domingo, 11 de octubre de 2015

Rima XLII

                                        Separación, Edvard Munch (1896)

Cuando me lo contaron sentí el frío
de una hoja de acero en las entrañas,
me apoyé contra el muro, y un instante
la conciencia perdí de donde estaba.

Cayó sobre mi espíritu la noche,
en ira y en piedad se anegó el alma.
¡Y entonces comprendí por qué se llora,
y entonces comprendí por qué se mata!

Pasó la nube de dolor.... Con pena
logré balbucear unas palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
Me hacía un gran favor... Le di las gracias.


Gustavo Adolfo Bécquer
(Rimas, 1871)

domingo, 4 de octubre de 2015

Canción del pirata

                        Mar nocturno con tormenta, Ivan Aivazovsky (1849)

Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido,
del uno al otro confín.
 

La luna en el mar rïela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul.
 

"Navega, velero mío,
         sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

        Veinte presas
        hemos hecho
        a despecho
        del inglés,
        y han rendido
        sus pendones
        cien naciones
        a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

 

Allá muevan feroz guerra
          ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

        Y no hay playa,
        sea cualquiera,
        ni bandera
        de esplendor,
        que no sienta
        mi derecho
        y dé pecho
        a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

 

A la voz de «¡barco viene!»
         es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar.
Que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

        En las presas
        yo divido
        lo cogido
        por igual.
        Solo quiero
        por riqueza
        la belleza
        sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

 

¡Sentenciado estoy a muerte!
       Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.

        Y si caigo,
        ¿qué es la vida?
        Por perdida
        ya la di,
        cuando el yugo
        del esclavo,
        como un bravo,
        sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

 

Son mi música mejor
        aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

        Y del trueno
        al son violento,
        y del viento
        al rebramar,
        yo me duermo
        sosegado,
        arrullado
        por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar."


José de Espronceda
      (1808-1842)

domingo, 27 de septiembre de 2015

El tocador

                        El beso robado, Jean-Honoré Fragonard (h. 1780)

    Sentada ante el espejo
ornaba Galatea
de sus blondos cabellos
las delicadas hebras.

    Separada en dos partes,
su dorada madeja
cubre en undosos rizos
el cuello de azucena.

    Con mano artificiosa
de sus sortijas cerca
la frente, porque brille
la nieve contrapuesta.
    Sobre el ara del gusto
en agradable ofrenda
el lujo para ungirlos
le ofrece sus esencias,

    y cien vistosas flores
parece que se acercan
a sus dedos, ufanas
si adornan su cabeza.
    Ella en todas escoge
las colores más tiernas,
y entre el alto plumaje
delicada las mezcla.
    Luego al cristal se mira;
y al hallarse tan bella,
tierna suspira, y sigue
su felice tarea.
    De transparente gasa
sobre el tocado asienta
un lazo, que hasta el talle
baja y al viento ondea.
    Con otro solicita
celar a la modestia
de sus turgentes pechos
las dos nevadas pellas.
    Por ellas, al cubrirlas,
acaso, aunque ligera,
la mano pasa; y siente
que el tacto la recrea.
    Torna a correrla; y blando
circula por sus venas
de amor el dulce fuego,
que la delicia aumenta.
    Rendida hacia el espejo
se vuelve; y en su esfera
las pomas mismas halla,
que loca la enajenan.
    Y al punto más perdida
con amable licencia
para en ellas gozarse
las gasas desordena.

    Ya ardiente las agita,
ya las palpa suspensa,
ya tierna las comprime;
y en la presión violenta
    su palpitar se dobla;
desfallecida anhela;
me nombra, y del deleite
la nube la rodea.
    Yo de improviso salgo,
y con dulce sorpresa
pago en ardientes besos
su amor y su fineza.
    Turbose un tanto al verme;
mas bien presto halagüeña
me ofreció entre sus brazos
el perdón de mi ofensa.


Juan Meléndez Valdés
          (1754-1817)

martes, 22 de septiembre de 2015

El galán y la dama

 Joven pareja rococó en magníficos interiores, Federico Andreotti (1930)

Cierto galán a quien París aclama,
petimetre del gusto más extraño,
que cuarenta vestidos muda al año
y el oro y plata sin temor derrama,

celebrando los días de su dama,
unas hebillas estrenó de estaño,
solo para probar con este engaño
lo seguro que estaba de su fama.

«¡Bella plata! ¡Qué brillo tan hermoso!»,
dijo la dama, «¡viva el gusto y numen
del petimetre en todo primoroso!»

Y ahora digo yo: «Llene un volumen
de disparates un autor famoso,
y si no le alabaren, que me emplumen».


Tomás de Iriarte
      (1750-1791)

domingo, 20 de septiembre de 2015

El zagal y las ovejas

                                El mal pastor, Jan Brueghel (II) (h. 1616)

Apacentando un joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
«¡Favor!, que viene el lobo, labradores».

Estos, abandonando sus labores,
acuden prontamente,
y hallan que es una chanza solamente.
Vuelve a clamar, y temen la desgracia;
segunda vez los burla: ¡linda gracia!
Pero ¿qué sucedió la vez tercera?
Que vino en realidad la hambrienta fiera.
Entonces el zagal se desgañita,
y por más que patea, llora y grita,
no se mueve la gente escarmentada,
y el lobo le devora la manada.

¡Cuántas veces resulta de un engaño,
contra el engañador el mayor daño!


Félix María de Samaniego
               (1745-1801)

domingo, 13 de septiembre de 2015

Restauración (Tientos)

                   La alberca del Alcázar de Sevilla, Joaquín Sorolla (1910)

En el pozo del recuerdo
se me cayó el alma un día.
El tiempo es el agua negra
que va bebiendo mi vida.

Pasan los recuerdos míos
como el agua de la fuente,
la de los caños partíos.

El tiempo se va pasando,
va dando vueltas la rueda
y yo esperando la vida
y recordando la espera.

Si será la libertad
la condena de la rueda
a no dejar de rodar.

Mientras la vida se pasa

pasan los recuerdos míos.
Se está mirando la nada
en el espejo vacío.

Voy partiendo los espejos.
Cada mirada más solo,
cada mirada más viejo.

Álvaro Tato
(Zarazas. Coplas flamencas reunidas, 2015)
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