Ruinas romanas a la luz de la luna, Anónimo (finales del s. XVII)
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
se anuncia con un beso que en mis labios se posa
al abrazo imposible de la Venus de Milo.
Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz como reposa
el ave de la Luna sobre un lago tranquilo.
Y no hallo en mí sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;
y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.
Rubén Darío
(Prosas profanas, 1896)
Aquí está el poema diario que utilizamos para ir fortaleciendo la inteligencia y la sensibilidad de nuestros alumnos. Si alguien encuentra un bálsamo o un revulsivo en esta diaria medicina, bienvenido sea.
miércoles, 21 de septiembre de 2016
miércoles, 14 de septiembre de 2016
¿Quiénes éramos?
Sendero con árboles en otoño, Hans Andersen Brendekilde (1902)
Quem éramos? Seriamos dois ou duas formas de um? Não o sabíamos nem o perguntávamos. Um sol vago devia existir, pois na floresta não era noite. Um fim vago devia existir, pois caminhávamos. Um mundo qualquer devia existir, pois existia uma floresta. Nós, porém, éramos alheios ao que fosse ou pudesse ser, caminheiros uníssonos e intermináveis sobre folhas mortas, ouvidores anónimos e impossíveis de folhas caíndo. Nada mais.
Fernando Pessoa
(Livro do desassossego, 1913-1935)
Versión al castellano de Un poema cada día
¿Quiénes éramos? ¿Seríamos dos o dos formas de uno? No lo sabíamos ni lo preguntábamos. Un sol vago debía existir, pues en la floresta no era de noche. Un fin vago debía existir, pues caminábamos. Un mundo cualquiera debía existir, pues existía una floresta. Nosotros, sin embargo, permanecíamos ajenos a lo que fuese o pudiese ser, caminantes unísonos e interminables sobre hojas muertas, oidores anónimos e imposibles de hojas cayendo. Nada más.
(Libro del desasosiego, 1913-1935)
El Libro del desasosiego es la obra en prosa más importante de Fernando Pessoa, que escribió bajo el pseudónimo de Bernardo Soares. Libro en prosa, que rezuma poesía.
jueves, 30 de junio de 2016
Este mundo es juego de bazas
Los jugadores de cartas, Theodoor Rombouts (1597-1637)
Este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
Toda esta vida es hurtar,
no es el ser ladrón afrenta,
que como este mundo es venta,
en él es proprio el robar.
Nadie verás castigar
porque hurta plata o cobre:
que al que azotan es por pobre
de suerte, favor y trazas.
Este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
El escribano recibe
cuanto le dan sin estruendo,
y con hurtar escribiendo,
lo que hurta no se escribe.
El que bien hurta bien vive;
y es linaje más honrado
el hurtar que el ser Hurtado:
suple faltas, gana chazas.
Que este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
Mejor es, si se repara,
para ser gran caballero,
el ser ladrón de dinero
que ser Ladrón de Guevara.
El alguacil con su vara,
con sus leyes el letrado,
con su mujer el casado
hurtan en públicas plazas.
Que este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
El juez, en injustos tratos,
cobra de malo opinión,
porque hasta en la pasión
es parecido a Pilatos.
Protector es de los gatos,
porque rellenarlos gusta;
solo la botarga es justa,
que en lo demás hay hilazas.
Este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
Hay muchos rostros exentos,
hermosos cuanto tiranos,
que viven como escribanos
de fes y conocimientos:
por el que beben los vientos,
es al que la capa comen;
no hay suerte que no le tomen
con embustes y trapazas.
Este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
Francisco de Quevedo
(1580-1645)
*Chazas: En el juego de pelota, suerte en que esta vuelve contrarrestada y se para o la detienen antes de llegar al saque.
*Gato: Ladrón, ratero que hurta con astucia y engaño.
*Botarga: En las mojigangas y en algunas representaciones teatrales, vestido ridículo de varios colores.
*Trapaza: Fraude, engaño.
Este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
Toda esta vida es hurtar,
no es el ser ladrón afrenta,
que como este mundo es venta,
en él es proprio el robar.
Nadie verás castigar
porque hurta plata o cobre:
que al que azotan es por pobre
de suerte, favor y trazas.
Este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
El escribano recibe
cuanto le dan sin estruendo,
y con hurtar escribiendo,
lo que hurta no se escribe.
El que bien hurta bien vive;
y es linaje más honrado
el hurtar que el ser Hurtado:
suple faltas, gana chazas.
Que este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
Mejor es, si se repara,
para ser gran caballero,
el ser ladrón de dinero
que ser Ladrón de Guevara.
El alguacil con su vara,
con sus leyes el letrado,
con su mujer el casado
hurtan en públicas plazas.
Que este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
El juez, en injustos tratos,
cobra de malo opinión,
porque hasta en la pasión
es parecido a Pilatos.
Protector es de los gatos,
porque rellenarlos gusta;
solo la botarga es justa,
que en lo demás hay hilazas.
Este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
Hay muchos rostros exentos,
hermosos cuanto tiranos,
que viven como escribanos
de fes y conocimientos:
por el que beben los vientos,
es al que la capa comen;
no hay suerte que no le tomen
con embustes y trapazas.
Este mundo es juego de bazas,
que solo el que roba triunfa y manda.
Francisco de Quevedo
(1580-1645)
*Chazas: En el juego de pelota, suerte en que esta vuelve contrarrestada y se para o la detienen antes de llegar al saque.
*Gato: Ladrón, ratero que hurta con astucia y engaño.
*Botarga: En las mojigangas y en algunas representaciones teatrales, vestido ridículo de varios colores.
*Trapaza: Fraude, engaño.
martes, 28 de junio de 2016
Río de Sevilla
Paisaje fluvial con Sevilla al fondo, Manuel García y Rodríguez (1912)
Río de Sevilla
¡quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!
Salí de Sevilla
a buscar mi dueño
puse al pie pequeño
dorada servilla.
Como estoy a la orilla
mi amor mirando,
digo suspirando:
¡quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!
Lope de Vega
(Amar, servir y esperar, 1635)
Río de Sevilla
¡quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!
Salí de Sevilla
a buscar mi dueño
puse al pie pequeño
dorada servilla.
Como estoy a la orilla
mi amor mirando,
digo suspirando:
¡quién te pasase
sin que la mi servilla
se me mojase!
Lope de Vega
(Amar, servir y esperar, 1635)
sábado, 25 de junio de 2016
Da bienes Fortuna

Fiesta de aldea con pareja aristocrática, David Teniers el Joven (1652)
Da bienes Fortuna
que no están escritos:
cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
¡Cuán diversas sendas
se suelen seguir
en el repartir
honras y haciendas!
A unos da encomiendas,
a otros sambenitos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
A veces despoja
de choza y apero
al mayor cabrero;
y a quien se le antoja
la cabra más coja
pare dos cabritos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
En gustos de amores
suele traer bonanza
y en breve mudanza
los vuelve en dolores.
No da a uno favores,
y a otro infinitos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
Porque en una aldea
un pobre mancebo
hurtó solo un huevo,
al sol bambolea;
y otro se pasea
con cien mil delitos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
la cabra más coja
pare dos cabritos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
En gustos de amores
suele traer bonanza
y en breve mudanza
los vuelve en dolores.
No da a uno favores,
y a otro infinitos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
Porque en una aldea
un pobre mancebo
hurtó solo un huevo,
al sol bambolea;
y otro se pasea
con cien mil delitos.
Cuando pitos flautas,
cuando flautas pitos.
Luis de Góngora
(1561-1627)
martes, 21 de junio de 2016
Crece el insano ardor, crece el engaño
Eco y Narciso, John William Waterhouse (1903)
Crece el insano ardor, crece el engaño
del que en las aguas vio su imagen bella;
y él, sola causa en su mortal querella,
busca el remedio y acrecienta el daño.
Vuelve a verse en la fuente, ¡caso extraño!;
del agua sale el fuego; mas en ella
templarlo piensa, y la enemiga estrella
sus ojos cierra al fácil desengaño.
Fallecieron las fuerzas y el sentido
al ciego amante amado, que a su suerte
la costosa beldad cayó rendida.
Y ahora, en flor purpúrea convertido,
l'agua, que fue principio de su muerte,
hace que crezca, y prueba a darle vida.
Juan de Arguijo
(1567-1623)
Crece el insano ardor, crece el engaño
del que en las aguas vio su imagen bella;
y él, sola causa en su mortal querella,
busca el remedio y acrecienta el daño.
Vuelve a verse en la fuente, ¡caso extraño!;
del agua sale el fuego; mas en ella
templarlo piensa, y la enemiga estrella
sus ojos cierra al fácil desengaño.
Fallecieron las fuerzas y el sentido
al ciego amante amado, que a su suerte
la costosa beldad cayó rendida.
Y ahora, en flor purpúrea convertido,
l'agua, que fue principio de su muerte,
hace que crezca, y prueba a darle vida.
Juan de Arguijo
(1567-1623)
domingo, 19 de junio de 2016
El rubí de tu boca me rindiera
Joven con collar de perlas, atribuido a Jean Raoux (1677-1734)
El rubí de tu boca me rindiera,
a no me haber tu bello pie rendido;
hubiéranme tus manos ya prendido,
si preso tu cabello no me hubiera;
los del cielo por arcos conociera,
si tus cejas no hubiera conocido;
fuera su polo, norte a mi sentido,
si la luz de tus ojos no lo fuera.
Así le plugo al cielo señalarte
que no ya solo al norte y arco bello
tus cejas venzan, y ojos soberanos,
mas queriendo a ti misma aventajarte,
tu pie la fuerza usurpa, y tu cabello,
a tu boca, Amarili, y a tus manos.
Francisco de Medrano
(1570-1607)
El rubí de tu boca me rindiera,
a no me haber tu bello pie rendido;
hubiéranme tus manos ya prendido,
si preso tu cabello no me hubiera;
los del cielo por arcos conociera,
si tus cejas no hubiera conocido;
fuera su polo, norte a mi sentido,
si la luz de tus ojos no lo fuera.
Así le plugo al cielo señalarte
que no ya solo al norte y arco bello
tus cejas venzan, y ojos soberanos,
mas queriendo a ti misma aventajarte,
tu pie la fuerza usurpa, y tu cabello,
a tu boca, Amarili, y a tus manos.
Francisco de Medrano
(1570-1607)
viernes, 10 de junio de 2016
Madre, la mi madre
Mujeres en la ventana, Bartolomé Esteban Murillo (1670)
Madre, la mi madre,
guardas me ponéis,
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.
Dicen que está escrito,
y con gran razón,
ser la privación
causa de apetito;
crece en infinito
encerrado amor;
por eso es mejor
que no me encerréis;
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.
Si la voluntad
por sí no se guarda,
no la harán guarda
miedo o calidad;
romperá, en verdad,
por la misma muerte,
hasta hallar la suerte
que vos no entendéis;
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.
Quien tiene costumbre
de ser amorosa,
como mariposa
se irá tras su lumbre
aunque muchedumbre
de guardas le pongan,
y aunque más propongan
de hacer lo que hacéis;
que si yo no me guardo,
no me guardaréis.
Es de tal manera
la fuerza amorosa,
que a la más hermosa
la vuelve en quimera:
el pecho de cera,
de fuego la gana,
las manos de lana,
de fieltro los pies;
que si yo no me guardo,
mal me guardaréis.
Miguel de Cervantes
(El celoso extremeño, 1613)
viernes, 3 de junio de 2016
Hombres necios que acusáis
(h. 1750, copia de un original del s. XVII)
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si la incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
el niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana;
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?
Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere,
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas,
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
Sor Juana Inés de la Cruz
(1651-1695)
El músico Aldo Narejos (con la colaboración de Ana Morgade, Berto Romero...) ha hecho un homenaje a este poema de Sor Juana en este divertido vídeo de 2016 (por donde también desfilan Calderón y "Daddy" Cervantes): "electrobarroco pa' tu coco".
martes, 31 de mayo de 2016
Vivo sin vivir en mí
Retratro de Santa Teresa de Jesús, Fray Juan de la Miseria (siglo XVI)
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí.
Cuando el corazón le di,
puso en mí este letrero:
que muero porque no muero.
Esta divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida,
qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Solo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Solo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que solo te resta,
para ganarte, perderte;
venga ya la dulce muerte,
venga el morir muy ligero,
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es perderte a ti,
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues a Él solo es al que quiero.
Que muero porque no muero.
Santa Teresa de Jesús
(1515-1582)
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí.
Cuando el corazón le di,
puso en mí este letrero:
que muero porque no muero.
Esta divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida,
qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Solo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Solo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que solo te resta,
para ganarte, perderte;
venga ya la dulce muerte,
venga el morir muy ligero,
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es perderte a ti,
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues a Él solo es al que quiero.
Que muero porque no muero.
Santa Teresa de Jesús
(1515-1582)
domingo, 29 de mayo de 2016
A un retrato
La Bella, Tiziano (h. 1536)
Tu gracia, tu valor, tu hermosura,
muestra de todo el cielo retirada,
como cosa que está sobre natura,
ni pudiera ser vista ni pintada.
Pero yo, que en el alma tu figura
tengo en humana forma abreviada,
tal hice retratarte de pintura,
cual amor te dejó en ella estampada.
No por soberbia vana o por memoria
de ti, ni para publicar mis males,
ni por verte más veces que te veo;
mas por solo gozar de tanta gloria,
señora, con los ojos corporales
como con los del alma y el deseo.
Diego Hurtado de Mendoza
(h. 1503-1575)
domingo, 22 de mayo de 2016
Égloga I (fragmento)
Valle en la Suiza sajona, Otto Försterling (1888)
SALICIO: Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan;
los árboles parece que se inclinan;
las aves que me escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen
y mi morir cantando me adivinan;
las fieras que reclinan
su cuerpo fatigado
dejan el sosegado
sueño por escuchar mi llanto triste:
tú sola contra mí te endureciste,
los ojos aun siquiera no volviendo
a los que tú hiciste
salir sin duelo, lágrimas, corriendo.
Mas ya que a socorrerme aquí no vienes,
no dejes el lugar que tanto amaste,
que bien podrás venir de mí segura.
Yo dejaré el lugar do me dejaste;
ven si por solo esto te detienes.
Ves aquí un prado lleno de verdura,
ves aquí una espesura,
ves aquí un agua clara,
en otro tiempo cara,
a quien de ti con lágrimas me quejo;
quizá aquí hallarás, pues yo me alejo,
al que todo mi bien quitar me puede,
que pues el bien le dejo,
no es mucho que el lugar también le quede.
Garcilaso de la Vega
(h. 1501-1536)
SALICIO: Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan;
los árboles parece que se inclinan;
las aves que me escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen
y mi morir cantando me adivinan;
las fieras que reclinan
su cuerpo fatigado
dejan el sosegado
sueño por escuchar mi llanto triste:
tú sola contra mí te endureciste,
los ojos aun siquiera no volviendo
a los que tú hiciste
salir sin duelo, lágrimas, corriendo.
Mas ya que a socorrerme aquí no vienes,
no dejes el lugar que tanto amaste,
que bien podrás venir de mí segura.
Yo dejaré el lugar do me dejaste;
ven si por solo esto te detienes.
Ves aquí un prado lleno de verdura,
ves aquí una espesura,
ves aquí un agua clara,
en otro tiempo cara,
a quien de ti con lágrimas me quejo;
quizá aquí hallarás, pues yo me alejo,
al que todo mi bien quitar me puede,
que pues el bien le dejo,
no es mucho que el lugar también le quede.
Garcilaso de la Vega
(h. 1501-1536)
lunes, 16 de mayo de 2016
Rima LII
Orilla del Mar Esmeralda, Albert Bierstadt (1878)
Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!
Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
Gustavo Adolfo Bécquer
(Rimas, 1871)
Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!
Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
Gustavo Adolfo Bécquer
(Rimas, 1871)
martes, 10 de mayo de 2016
Romance de Valdovinos
La bella dama sin piedad, Walter T. Crane (1865)
Por los caños de Carmona,
por do va el agua a Sevilla,
por ahí iba Valdovinos
y con él su linda amiga.
Los pies lleva por el agua
y la mano en la loriga,
con el temor de los moros
no le tuviesen espía.
Júntanse boca con boca,
nadie no los impedía.
Valdovinos, con angustia,
un suspiro dado había.
–¿Por qué suspiráis, señor,
corazón y vida mía?
O tenéis miedo a los moros,
o en Francia tenéis amiga.
–No tengo miedo a los moros,
ni en Francia tengo amiga:
mas vos, mora, y yo cristiano
hacemos muy mala vida:
comemos la carne en viernes,
lo que mi ley defendía.
Siete años había, siete,
que yo misa no la oía.
Si el emperador lo sabe
la vida me costaría.
—Por tus amores, Valdovinos,
cristiana me tornaría.
–Yo, señora, por los vuestros,
moro de la morería.
Anónimo
(Siglo XV)
Por los caños de Carmona,
por do va el agua a Sevilla,
por ahí iba Valdovinos
y con él su linda amiga.
Los pies lleva por el agua
y la mano en la loriga,
con el temor de los moros
no le tuviesen espía.
Júntanse boca con boca,
nadie no los impedía.
Valdovinos, con angustia,
un suspiro dado había.
–¿Por qué suspiráis, señor,
corazón y vida mía?
O tenéis miedo a los moros,
o en Francia tenéis amiga.
–No tengo miedo a los moros,
ni en Francia tengo amiga:
mas vos, mora, y yo cristiano
hacemos muy mala vida:
comemos la carne en viernes,
lo que mi ley defendía.
Siete años había, siete,
que yo misa no la oía.
Si el emperador lo sabe
la vida me costaría.
—Por tus amores, Valdovinos,
cristiana me tornaría.
–Yo, señora, por los vuestros,
moro de la morería.
Anónimo
(Siglo XV)
viernes, 6 de mayo de 2016
Entra mayo y sale abril
Primavera, Henryk Weyssenhoff (1911)
Entra mayo y sale abril:
¡tan garridico le vi venir!
Entra mayo con sus flores,
sale abril con sus amores,
y los dulces amadores
comiencen a bien servir.
Anónimo
(Siglo XV)
Entra mayo y sale abril:
¡tan garridico le vi venir!
Entra mayo con sus flores,
sale abril con sus amores,
y los dulces amadores
comiencen a bien servir.
Anónimo
(Siglo XV)
jueves, 28 de abril de 2016
Heu esbrinat que en un instant només
Vista de Capri, Carlo Brancaccio (h. 1920)
Heu esbrinat que en un instant només
pot estimar-se tant com en tota una vida.
Heu esbrinat que el goig és com una illa
inconeguda, que pot concretar-se
davant la proa de la nau que us mena,
algun matí ignorat,
per una ruta antiga.
I per això us llanceu ardidament
a la follia d'estimar-vos, ara
que el vostre cos és àgil, i feu miques
l'àmfora que servava el vell perfum
per aspirar-ne d'un sol cop
tota la intensitat dominadora.
I qui sap si morir després de la prova.
Miquel Martí i Pol
(Paraules al vent, 1951-1953)
Descubristeis que en solo un instante
puede amarse como en toda una vida.
Descubristeis el gozo como una isla
desconocida que puede aparecer
ante la proa de la nave que os lleva,
una mañana ignorada,
por una ruta antigua.
Lanzaos ardientemente entonces
a la locura de amaros, ahora
que vuestro cuerpo es ágil, y haced trizas
el ánfora que conservaba el viejo perfume,
para aspirar de un solo golpe
toda su intensidad dominadora.
Y quién sabe si morir después de la prueba.
(Palabras al viento, 1951-1953)
[Traducción al castellano de Adolfo García Ortega en Un dia quaselvol / Un día cualquiera, Nórdica Libros, edición bilingüe, 2013)]
Heu esbrinat que en un instant només
pot estimar-se tant com en tota una vida.
Heu esbrinat que el goig és com una illa
inconeguda, que pot concretar-se
davant la proa de la nau que us mena,
algun matí ignorat,
per una ruta antiga.
I per això us llanceu ardidament
a la follia d'estimar-vos, ara
que el vostre cos és àgil, i feu miques
l'àmfora que servava el vell perfum
per aspirar-ne d'un sol cop
tota la intensitat dominadora.
I qui sap si morir després de la prova.
Miquel Martí i Pol
(Paraules al vent, 1951-1953)
Descubristeis que en solo un instante
puede amarse como en toda una vida.
Descubristeis el gozo como una isla
desconocida que puede aparecer
ante la proa de la nave que os lleva,
una mañana ignorada,
por una ruta antigua.
Lanzaos ardientemente entonces
a la locura de amaros, ahora
que vuestro cuerpo es ágil, y haced trizas
el ánfora que conservaba el viejo perfume,
para aspirar de un solo golpe
toda su intensidad dominadora.
Y quién sabe si morir después de la prueba.
(Palabras al viento, 1951-1953)
[Traducción al castellano de Adolfo García Ortega en Un dia quaselvol / Un día cualquiera, Nórdica Libros, edición bilingüe, 2013)]
martes, 19 de abril de 2016
Con media azumbre de vino
Toro desde la orilla del Duero, Edgar Thomas Ainger Wigram (1906)
¡Nunca serenos! ¡Siempre
con vino encima! ¿Quién va a aguarlo ahora
que estamos en el pueblo y lo bebemos
en paz? Y sin especias,
no en el sabor la fuerza, media azumbre
de vino peleón, doncel o albillo,
tinto de Toro. Cuánto necesita
mi juventud; mi corazón, qué poco.
¡Meted hoy en los ojos el aliento
del mundo, el resplandor del día! Cuándo
por una sola vez y aquí, enfilando
cielo y tierra, estaremos ciegos. ¡Tardes,
mañanas, noches, todo, árboles, senderos,
cegadme! El sol no importa, las lejanas
estrellas... ¡Quiero ver, oh, quiero veros!
Y corre el vino y cuánta,
entre pecho y espalda cuánta madre
de amistad fiel nos riega y nos desbroza.
Voy recordando aquellos días. ¡Todos,
pisad todos la sola uva del mundo:
el corazón del hombre! ¡Con su sangre
marcad las puertas! Ved: ya los sentidos
son una luz hacia lo verdadero.
Tan de repente ha sido.
Cuánta esperanza, cuánta cuba hermosa
sin fondo, con olor a tierra, a humo.
Hoy he querido celebrar aquello
mientras las nubes van hacia la puesta.
Y antes de que las lluvias del otoño
caigan, oíd: vendimiad todo lo vuestro,
contad conmigo. Ebrios de sequía,
sea la claridad zaguán del alma.
¿Dónde quedaron mis borracherías?
Ante esta media azumbre, gracias, gracias
una vez más y adiós, adiós por siempre.
No volverá el amigo fiel de entonces.
Claudio Rodríguez
(Conjuros, 1958)
¡Nunca serenos! ¡Siempre
con vino encima! ¿Quién va a aguarlo ahora
que estamos en el pueblo y lo bebemos
en paz? Y sin especias,
no en el sabor la fuerza, media azumbre
de vino peleón, doncel o albillo,
tinto de Toro. Cuánto necesita
mi juventud; mi corazón, qué poco.
¡Meted hoy en los ojos el aliento
del mundo, el resplandor del día! Cuándo
por una sola vez y aquí, enfilando
cielo y tierra, estaremos ciegos. ¡Tardes,
mañanas, noches, todo, árboles, senderos,
cegadme! El sol no importa, las lejanas
estrellas... ¡Quiero ver, oh, quiero veros!
Y corre el vino y cuánta,
entre pecho y espalda cuánta madre
de amistad fiel nos riega y nos desbroza.
Voy recordando aquellos días. ¡Todos,
pisad todos la sola uva del mundo:
el corazón del hombre! ¡Con su sangre
marcad las puertas! Ved: ya los sentidos
son una luz hacia lo verdadero.
Tan de repente ha sido.
Cuánta esperanza, cuánta cuba hermosa
sin fondo, con olor a tierra, a humo.
Hoy he querido celebrar aquello
mientras las nubes van hacia la puesta.
Y antes de que las lluvias del otoño
caigan, oíd: vendimiad todo lo vuestro,
contad conmigo. Ebrios de sequía,
sea la claridad zaguán del alma.
¿Dónde quedaron mis borracherías?
Ante esta media azumbre, gracias, gracias
una vez más y adiós, adiós por siempre.
No volverá el amigo fiel de entonces.
Claudio Rodríguez
(Conjuros, 1958)
lunes, 11 de abril de 2016
París, postal del cielo
Bulevar de París, Konstantin Korovin (h. 1939)
Ahora, voy a contaros
cómo también yo estuve en París, y fui dichoso.
Era en los buenos años de mi juventud,
los años de abundancia
del corazón, cuando dejar atrás padres y patria
es sentirse más libre para siempre, y fue
en verano, aquel verano
de la huelga y las primeras canciones de Brassens,
y de la hermosa historia
de casi amor.
Aún vive en mi memoria aquella noche,
recién llegado. Todavía contemplo,
bajo el Pont Saint Michel, de la mano, en silencio,
la gran luna de agosto suspensa entre las torres
de Notre-Dame, y azul
de un imposible el río tantas veces soñado
—It's too romantic, como tú me dijiste
al retirar los labios.
¿En qué sitio perdido
de tu país, en qué rincón de Norteamérica
y en el cuarto de quién, a las horas más feas,
cuando sueñes morir no te importa en qué brazos,
te llegará, lo mismo
que ahora a mí me llega, ese calor de gentes
y la luz de aquel cielo rumoroso
tranquilo, sobre el Sena?
Como sueño vivido hace ya mucho tiempo,
como aquella canción
de entonces, así vuelve al corazón,
en un instante, en una intensidad, la historia
de nuestro amor,
confundiendo los días y sus noches,
los momentos felices,
los reproches
y aquel viaje —camino de la cama—
en un vagón del Metro Étoile-Nation.
cómo también yo estuve en París, y fui dichoso.
Era en los buenos años de mi juventud,
los años de abundancia
del corazón, cuando dejar atrás padres y patria
es sentirse más libre para siempre, y fue
en verano, aquel verano
de la huelga y las primeras canciones de Brassens,
y de la hermosa historia
de casi amor.
Aún vive en mi memoria aquella noche,
recién llegado. Todavía contemplo,
bajo el Pont Saint Michel, de la mano, en silencio,
la gran luna de agosto suspensa entre las torres
de Notre-Dame, y azul
de un imposible el río tantas veces soñado
—It's too romantic, como tú me dijiste
al retirar los labios.
¿En qué sitio perdido
de tu país, en qué rincón de Norteamérica
y en el cuarto de quién, a las horas más feas,
cuando sueñes morir no te importa en qué brazos,
te llegará, lo mismo
que ahora a mí me llega, ese calor de gentes
y la luz de aquel cielo rumoroso
tranquilo, sobre el Sena?
Como sueño vivido hace ya mucho tiempo,
como aquella canción
de entonces, así vuelve al corazón,
en un instante, en una intensidad, la historia
de nuestro amor,
confundiendo los días y sus noches,
los momentos felices,
los reproches
y aquel viaje —camino de la cama—
en un vagón del Metro Étoile-Nation.
Jaime Gil de Biedma
(Moralidades, 1966)
sábado, 9 de abril de 2016
Empleo de la nostalgia
El jardín de rosas, Charles Essenhigh Corke (1909)
Amo el campus
universitario,
sin cabras,
con muchachas
que pax
pacem
en latín,
que meriendan
pas pasa pan
con chocolate
en griego,
que saben lenguas vivas
y se dejan besar
en el crepúsculo
(también en las rodillas)
y usan
la coca cola como anticonceptivo.
Ah las flores marchitas de los libros de
texto
finalizando el curso
deshojadas
cuando la primavera
se instala
en el culto jardín del rectorado
por manos todavía adolescentes
y roza con sus rosas
manchadas de bolígrafo y de tiza
el rostro ciego del poeta
transustanciándose en un olor agrio
a naranjas
Homero
o semen...
Todo eso será un día
materia de recuerdo y de nostalgia.
Volverá, terca, la memoria
una vez y otra vez a estos parajes,
lo mismo que una abeja
da vueltas al perfume
de una flor ya arrancada:
inútilmente.
Pero esa luz no se extinguirá nunca:
llamas que aún no consumen,
...ningún presentimiento
puede quebrar las risas
que iluminan
las rosas y los cuerpos
y cuando el llanto llegue
como un halo
los escombros
la descomposición
que los preserva entre las sombras
puros
no prevalecerán
serán más ruina
absortos en sí mismos
y solo erguidos quedarán intactos
todavía más brillantes
ignorantes de sí
esos gestos de amor...
sin ver más nada.
Ángel González
(Procedimientos narrativos, 1972)
Amo el campus
universitario,
sin cabras,
con muchachas
que pax
pacem
en latín,
que meriendan
pas pasa pan
con chocolate
en griego,
que saben lenguas vivas
y se dejan besar
en el crepúsculo
(también en las rodillas)
y usan
la coca cola como anticonceptivo.
Ah las flores marchitas de los libros de
texto
finalizando el curso
deshojadas
cuando la primavera
se instala
en el culto jardín del rectorado
por manos todavía adolescentes
y roza con sus rosas
manchadas de bolígrafo y de tiza
el rostro ciego del poeta
transustanciándose en un olor agrio
a naranjas
Homero
o semen...
Todo eso será un día
materia de recuerdo y de nostalgia.
Volverá, terca, la memoria
una vez y otra vez a estos parajes,
lo mismo que una abeja
da vueltas al perfume
de una flor ya arrancada:
inútilmente.
Pero esa luz no se extinguirá nunca:
llamas que aún no consumen,
...ningún presentimiento
puede quebrar las risas
que iluminan
las rosas y los cuerpos
y cuando el llanto llegue
como un halo
los escombros
la descomposición
que los preserva entre las sombras
puros
no prevalecerán
serán más ruina
absortos en sí mismos
y solo erguidos quedarán intactos
todavía más brillantes
ignorantes de sí
esos gestos de amor...
sin ver más nada.
Ángel González
(Procedimientos narrativos, 1972)
lunes, 4 de abril de 2016
Para un esteta
Tú que hueles la flor de la bella palabra
acaso no comprendas las mías sin aroma.
Tú que buscas el agua que corre transparente
no has de beber mis aguas rojas.
Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte —agua y fuego— hermanadas
van socavando nuestra roca.
Perfección de la vida que nos talla y dispone
para la perfección de la muerte remota.
Y lo demás, palabras, palabras y palabras,
¡ay, palabras maravillosas!
Tú que bebes el vino en la copa de plata
no sabes el camino de la fuente que brota
en la piedra. No sacias tu sed en su agua pura
con tus dos manos como copa.
Lo has olvidado todo porque lo sabes todo.
Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras.
Y olvidas las raíces («Mi obra», dices), olvidas
que vida y muerte son tu obra.
No has venido a la tierra a poner diques y orden
en el maravilloso desorden de las cosas.
Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas
sin alzar vallas a su gloria.
Nada te pertenece. Todo es afluente, arroyo.
Sus aguas en tu cauce temporal desembocan.
Y hechos un solo río os vertéis en el mar,
«que es el morir», dicen las coplas.
No has venido a poner orden, dique. Has venido
a hacer moler la muela con tu agua transitoria.
Tu fin no está en ti mismo («Mi Obra», dices), olvidas
que vida y muerte son tu obra.
Y que el cantar que hoy cantas será apagado un día
por la música de otras olas.
José Hierro
(Quinta del 42, 1952)
sábado, 2 de abril de 2016
La poesía es un arma cargada de futuro
Placa conmemorativa de Gabriel Celaya, Erreka (2007)
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
Gabriel Celaya
(Cantos iberos, 1955)
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica, qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos.
Gabriel Celaya
(Cantos iberos, 1955)
jueves, 31 de marzo de 2016
Insomnio
Figura blanca, Wassily Kandinsky (1943)
Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?
Dámaso Alonso
(Hijos de la ira, 1944)
lunes, 28 de marzo de 2016
Llevabas

Atardecer en Kilauea Kauai, Alfred Richard Gurrey (1914)
Llevabas
en los pies arena blanca
de una playa desconocida.
Por eso
cuando a mí llegaste
no sentí tus pisadas.
Llevabas
en la voz desnuda
un compás de espera.
Por eso
cuando me hablaste
no pude medir tu voz.
Llevabas
en las manos abiertas
espuma blanca de aquel mar.
Por eso
de tu bienvenida
no pude conservar la huella.
Todo tú
venías en mi busca
y no pude reconocerte.
¡Arena blanca, compás de espera,
espuma blanca!
¡Inquieto sueño de la verde orilla,
rizado de preguntas...!
Josefina de la Torre
(Marzo incompleto, 1968)
lunes, 21 de marzo de 2016
Uno de esos instantes que se vive
Descanso, Frederick Carl Frieseke (c. 1916)
...Desde el umbral del sueño me
llamaron...
Antonio Machado
Uno de esos instantes que se vive
no se sabe en qué mundo, ni en qué
tiempo,
que no se siente el alma y en que apenas
se siente el existir de nuestro cuerpo,
mi corazón oyó que lo llamaban
desde el umbral en niebla de algún sueño.
Para decirme su mensaje extraño,
aquella voz venía de tan lejos,
que más que voz de sueño parecía,
en su misterio gris, sombra de un eco.
Sentada estaba yo en aquel instante
en un muelle sillón de terciopelo.
Mis brazos se apoyaban en sus brazos
–¡qué desmayados los sentía luego!–.
Después, atravesando los cristales
de un gran balcón que daba al ancho
cielo,
una sombra vi entrar. Tal vez la tarde
al irse, entraba a verme… Yo eso creo…
Concha Méndez
(Poemas.
Sombras y sueños, 1944)
miércoles, 16 de marzo de 2016
Entrega
Iré a tus manos, limpia, indemne, sin memoria,
renacida de ti y ajena a lo tuyo,
iré a tus manos casta,
desnuda de tus besos.
Sentirás al ceñirme que una rosa de nieve
insinúa en tus palmas su gélida caricia.
Seré para tu cuerpo el lino apaciguante
que sana y que perdona.
¡Deja que vaya en ti más allá de lo mío,
que abandone mi ser por la gloria del tuyo!
¡Aunque me huyas siempre,
iré a tus manos, muerta!
Ernestina de Champourcín
(Cántico inútil, 1936)
miércoles, 9 de marzo de 2016
Recuerdo de un olvido
De buena mañana, Moritz von Schwind (1858)
Se agrandaban las puertas. Yo gigante,
con el recuerdo de mi olvido dentro,
atravesaba las estancias,
golpeando las paredes sordas.
¡Qué collar interior en mi garganta
de palabras en germen, de lamentos
que no podían salir, que se estorbaban
en su gran muchedumbre!
¡Cuánto tiempo de olvido incomprensible!
Siempre ella en su ventana.
Su ventana entre dos nubes
-una y ella- siempre.
Y yo distante, agigantado, loco,
con el recuerdo de mi olvido dentro,
pesándome en el alma su naufragio,
agarrándose, hundiéndome,
en un espeso mar de cielos grises.
Manuel Altolaguirre
(Ejemplo, 1927)
Se agrandaban las puertas. Yo gigante,
con el recuerdo de mi olvido dentro,
atravesaba las estancias,
golpeando las paredes sordas.
¡Qué collar interior en mi garganta
de palabras en germen, de lamentos
que no podían salir, que se estorbaban
en su gran muchedumbre!
¡Cuánto tiempo de olvido incomprensible!
Siempre ella en su ventana.
Su ventana entre dos nubes
-una y ella- siempre.
Y yo distante, agigantado, loco,
con el recuerdo de mi olvido dentro,
pesándome en el alma su naufragio,
agarrándose, hundiéndome,
en un espeso mar de cielos grises.
Manuel Altolaguirre
(Ejemplo, 1927)
martes, 1 de marzo de 2016
No es el amor quien muere
Bosque interior con arroyo, Henri Biva (1848-1929)
No es el amor quien muere,
Somos nosotros mismos.
Inocencia primera
Abolida en deseo,
Olvido de sí mismo en otro olvido,
Ramas entrelazadas,
¿Por qué vivir si desaparecéis un Día?
Solo vive quien mira
Siempre ante sí los ojos de su aurora,
Solo vive quien besa
Aquel cuerpo de ángel que el amor levantara.
Fantasmas de la pena,
A lo lejos, los otros,
Los que ese amor perdieron,
Como un recuerdo en sueños,
Recorriendo las tumbas
Otro vacío estrechan.
Por allá van y gimen,
Muertos en pie, vidas tras de la piedra,
Golpeando impotencia,
Arañando la sombra
Con inútil ternura.
No, no es el amor quien muere.
Luis Cernuda
(Donde habite el olvido, 1934)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)