sábado, 29 de febrero de 2020

Aquí Madrid, mil novecientos

                     Madrid, Rafael Forns Romans (1868-1939)

Aquí Madrid, mil novecientos
cincuenta y cuatro: un hombre solo.


Un hombre lleno de febrero,
ávido de domingos luminosos,
caminando hacia marzo paso a paso,
hacia el marzo del viento y de los rojos
horizontes —y la reciente primavera
ya en la frontera del abril lluvioso...—

Aquí, Madrid, entre tranvías
y reflejos, un hombre: un hombre solo.

—Más tarde vendrá mayo y luego junio,
y después julio y, al final, agosto—.

Un hombre con un año para nada
delante de su hastío para todo.


Ángel González
(Áspero mundo, 1956)

viernes, 21 de febrero de 2020

Esta imagen de ti

               La cinta blanca, Albert Lynch (1860-1950)

Estabas a mi lado
y más próxima a mí que mis sentidos.

Hablabas desde dentro del amor,
armada de su luz.
                  Nunca palabras
de amor más puras respirara.

Estaba tu cabeza suavemente
inclinada hacia mí.
                    Tu largo pelo
y tu alegre cintura.
Hablabas desde el centro del amor,
armada de su luz,
en una tarde gris de cualquier día.

Memoria de tu voz y de tu cuerpo
mi juventud y mis palabras sean
y esta imagen de ti me sobreviva.


José Ángel Valente
(La memoria y los signos, 1966)

jueves, 13 de febrero de 2020

Todo es nuevo quizá para nosotros

          Ciudad francesa a orillas de un río, Jan Monchablon (1854-1904)

Todo es nuevo quizá para nosotros.
El sol claroluciente, el sol de puesta,
muere; el que sale es más brillante y alto
cada vez, es distinto, es otra nueva
forma de luz, de creación sentida.
Así cada mañana es la primera.
Para que la vivamos tú y yo solos,
nada es igual ni se repite. Aquella
curva, de almendros florecidos suave,
¿tenía flor ayer? El ave aquella,
¿no vuela acaso en más abiertos círculos?
Después de haber nevado el cielo encuentra
resplandores que antes eran nubes.
Todo es nuevo quizá. Si no lo fuera,
si en medio de esta hora las imágenes
cobraran vida en otras, y con ellas
los recuerdos de un día ya pasado
volvieran ocultando el de hoy, volvieran
aclarándolo, sí, pero ocultando
su claridad naciente, ¿qué sorpresa
le daría a mi ser, qué devaneo,
qué nueva luz o qué labores nuevas?
Agua de río, agua de mar; estrella
fija o errante, estrella en el reposo
nocturno. Qué verdad, qué limpia escena
la del amor, que nunca ve en las cosas
la triste realidad de su apariencia.


Claudio Rodríguez
(Don de la ebriedad, 1953)

viernes, 7 de febrero de 2020

Idilio y marcha nupcial

                        El registro de boda, Edmund Blair Leighton (1920)
                                                                                                                                             Y vi que todo era vanidad
                                                                                                                                              y apacentarse de viento.

                                                                                                                                                       (ECL., 2, 11)

Mirad a los amantes vedlos
en la apacible umbría del jardín.
Entre el susurro como un vuelo de plumas
gemebundas entre el ir y venir
de nobles pensamientos
se palpa la presencia del amor
de su severo y principal mandato.


Los amantes se aman señoras y señores
con seriedad canónica. Ahora
queda muy lejos todo aquello
del arrebato pasional oh fruto
nefasto de poetas licenciosos
de un mal llamado Renacimiento
histórica y humanamente despreciable.


El camino del hombre está marcado
por leyes sempiternas y además
la autoridad ha establecido claras normas
para estos menesteres. Los amantes
deben acomodarse al juicio exacto
a la moral more geométrico demonstrata
a los capítulos al fin primordial
al uso y no al abuso res pudendae.


Estos son los preceptos estas son
las razones. Los amantes prosiguen
su trabajoso amarse y se aman observadlo
día tras día hasta la culminación
de este proceso necesario. Pues ahora
en la etapa preparatoria de las nuptiae
es cuando deben sentarse los cimientos
de este gran edificio cual es
como todos sabemos la familia.

                                                 II

Pero vedlos más tarde. Ya llegaron
a la meta propuesta. Es el gran día.
Todo se dijo todo está cumplido.
Avanzan los amantes mientras
 

los familiares se voltean y el tumulto
de los curiosos y las flores y todo
está pagado y ella puso el armario
y la vitrina y él luce buen talante
papel seguro inteligencia activa

y la música suena retumba
crece hasta el cielo ya estarán los pollos
asándose en el Ritz ya se ilumina
la cara de la novia llantos hipo

la música la música ya llegan
hay un chaqué alquilado sonríen las amigas
todo está dicho qué calor y sigue

la Gran Marcha Nupcial enorme
viva que ya no cesará en los corazones
de los dulces amantes que sabedlo
seguirán no hay duda para siempre
amándose y amándose sin término.


José Agustín Goytisolo
(Salmos al viento, 1958)

domingo, 2 de febrero de 2020

Albada

           Una calle de París, Maximilien Luce (1896)

Despiértate. La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
            llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
            y liga de mujer.

Despiértate pensando vagamente
que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
             Es el amanecer.

Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros –cabrones–
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
             después de amanecer.

Acuérdate del cuarto en que has dormido.
Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
              que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
              en la noche de ayer,

y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
            desde el amanecer.

Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
              hecho al amanecer.

—Junto al cuerpo que anoche me gustaba
tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarse cara a cara,
            en el amanecer.
Porque conozco el día que me espera,
            y no por el placer.


Jaime Gil de Biedma
(Moralidades, 1966)

miércoles, 29 de enero de 2020

¡Hago versos, señores!

 
      Autorretrato, Winnaretta Singer (h. 1885)

Hago versos señores, hago versos,
pero no me gusta que me llamen poetisa,
me gusta el vino como a los albañiles
y tengo una asistenta que habla sola.
Este mundo resulta divertido,
pasan cosas señores que no expongo,
se dan casos, aunque nunca se dan casas
a los pobres que no pueden dar traspaso.
 

Sigue habiendo solteras con su perro,
sigue habiendo casados con querida
a los déspotas duros nadie les dice nada,
y leemos que hay muertos y pasamos la hoja,
y nos pisan el cuello y nadie se levanta,
y nos odia la gente y decimos: ¡la vida!
 

Esto pasa señores y yo debo decirlo.

Gloria Fuertes
(Todo asusta, 1958)

sábado, 25 de enero de 2020

Compañera de hoy

                         El pintor y Jo, Ernst Oppler (1928)

Compañera de hoy, no quiero
otra verdad que la tuya, vivir
donde crezcan tus ojos,
dando tu luz, tu cauce
a lo que veo y siento...

Deshacer ese ovillo
oscuro del temor,
encontrar lo perdido,
quebrar la voz del sueño...

Y lenta, lentamente
aprender a vivir,
de nuevo, de nuevo,
como en una mañana
cargada de riqueza.


Alfredo Costafreda
(Compañera de hoy, 1966)

martes, 21 de enero de 2020

Canción de los cuerpos

                                            Interior, Leo Putz (h. 1905)

La cama está dispuesta,
blancas las sábanas,
y un cuerpo se me ofrece
para el amor.
Abramos la ventana,
entren calor y noche,
y el ruido del mundo
sea solo el ruido
del placer.
Que no hay felicidad
tan repetida y plena
como pasar la noche,
romper la madrugada,
con un ardiente cuerpo.
Con un oscuro cuerpo,
de quien nada conozco
sino su juventud.


Francisco Brines
(Insistencias en Luzbel, 1977)

domingo, 19 de enero de 2020

Paisajes de papel

                                        Paisajes, Miloš Lazić (2018)

Aquella infancia fue más bien triste.
Ser niño en el cuarenta y dos parecía imposible.
Nuestra niñez era una mezcla de comprensión y aburrimiento.
Éramos serios y aburridos.
Recuerdo aquellas tardes; eran como el mundo era entonces:
sin resquicios y tristes.
Veo a mis pocos años observar con ahínco,
tras el cristal opaco, la calle larga y gris;
el sol estaba lejos y era lo único barato,
lo único que traía alegría sin exigirnos nada.
Veo a mi niña, adulta y consecuente
con un programa bien trazado:
crecer, crecer muy pronto, darse prisa
—ser niño era una carga demasiado pesada
para nosotros y para los grandes—.
Solo en verano el mundo parecía asequible,
durante tres o cuatro meses saltar, correr, era la vida.
Lo gris volvía siempre muy pronto.
Un día amanecimos lentas, crecidas,
llenas de miedo, de presente.
Buscábamos palabras en el diccionario
con el afán de comprenderlo todo:
necesitábamos hacer lenguaje.
Algunos nos miraron con asombro,
decían que éramos inteligentes.
Nosotras, durante los dolientes domingos
dibujábamos inseguros paisajes.
Durante mucho tiempo esas fueron todas mis excursiones.
Salir a un campo que no fuera pintado
suponía gastar unos zapatos.
Salir, salir, ese era el sueño,
abolir a las trenzas, inaugurar la barra de labios:
¡mi reino por un trabajo!

¿Cómo rendir ahora un homenaje a aquellos días?
¿Cómo añorarlos sin desconfianza?
Se arrugaron, igual que los paisajes de papel,
mientras crecíamos hacia ese desconsuelo que hoy nos puebla.


Francisca Aguirre
(Ítaca, 1972)

martes, 14 de enero de 2020

Niño

                           Días felices, Karl Witkowski (1909)

    Rey de un trigal, de un río, de una viña:
así habrá de soñarse. Y libre. Dueño
de sí, hoguera perpetua en que arda el leño
de la verdad. Y que el amor lo ciña.

    Querrá subir hasta que el cielo tiña
de claridad el bronce de su sueño.
Pero no hay alas. Se herirá en su empeño,
y llorará sobre su frente niña.

    Y sabrá la verdad. Morirá el canto
en su garganta, roja del espanto
que oye y que mira y gusta y toca y huele.

    Y estrenará su corazón rasgado
de hombre acosado, de hombre acorralado,
de ejecutado en cuanto se rebele.


José Hierro
(Cuanto sé de mí, 1957)

sábado, 11 de enero de 2020

Todas las mañanas cuando leo el periódico

    Leyendo "El estado", Oscar Pereira da Silva (1865-1939)

Me asomo a mi agujero pequeñito.
Fuera suena el mundo, sus números, su prisa,
sus furias que dan a una su zumba y su lamento.
Y escucho. No lo entiendo.

Los hombres amarillos, los negros o los blancos,
la Bolsa, las escuadras, los partidos, la guerra:
largas filas de hombres cayendo de uno en uno.
Los cuento. No lo entiendo.

Levantan sus banderas, sus sonrisas, sus dientes,
sus tanques, su avaricia, sus cálculos, su vientres
y una belleza ofrece su sexo a la violencia.
Lo veo. No lo creo.

Yo tengo mi agujero oscuro y calentito.
Si miro hacia lo alto, veo un poco de cielo.
Puedo dormir, comer, soñar con Dios, rascarme.
El resto no lo entiendo.


Gabriel Celaya
(Tranquilamente hablando, 1947)

miércoles, 8 de enero de 2020

En el nombre de España, paz

                        La revuelta, Honoré Daumier (h. 1848)

En el nombre de España, paz.
El hombre
está en peligro. España,
España, no te
aduermas.
Está en peligro, corre,
acude. Vuela
el ala de la noche
junto al ala del día.
Oye.
Cruje una vieja sombra,
vibra una luz joven.
Paz
para el día.
                      En el nombre
de España, paz.


 Blas de Otero
(Pido la paz y la palabra, 1955)

sábado, 28 de diciembre de 2019

Quimera

                                         Sin título, Antonio Muñiz (2011)
 

Te salgo a buscar,
quimera,
mariposa de papel.
Te pienso seguir buscando

la vida entera.
Soy un pescador

de sueños,
soy un catador de auroras,
no cuento más que con mi empeño
y esta pluma voladora.
La vida cantando nubes,
buscando que el cielo rime,

dejando en la hoja en blanco
cicatrices que el tiempo imprime.

Jorge Drexler
(Salvavidas de hielo, 2017)

Jorge Drexler es el autor de esta canción, pura expresión poética de la inspiración, que pertenece a su disco Salvavidas de hielo. Podéis escucharla y disfrutar de su magia a través del audio oficial del cantante.

martes, 10 de diciembre de 2019

Porque todo es igual y tú lo sabes

           Interior con espejo, Vilhelm Hammershøi (h. 1907)

Porque todo es igual y tú lo sabes,
has llegado a tu casa, y has cerrado la puerta
con ese mismo gesto con que se tira un día,
con que se quita la hoja atrasada al calendario
cuando todo es igual y tú lo sabes.
Has llegado a tu casa,
y, al entrar,
has sentido la extrañeza de tus pasos
que estaban ya sonando en el pasillo antes de que llegaras,
y encendiste la luz para volver a comprobar
que todas las cosas están exactamente colocadas como estarán dentro de un año;
y después,
te has bañado, respetuosa y tristemente, lo mismo que un suicida,
y has mirado tus libros como miran los árboles sus hojas,
y te has sentido solo,
humanamente solo,
definitivamente solo porque todo es igual y tú lo sabes.


Luis Rosales
(La casa encendida, 1949) 

miércoles, 4 de diciembre de 2019

Te me mueres de casta y de sencilla

    Los amantes, Henri-Jean Guillaume Martin (1860-1943)

Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto, amor, estoy confeso
de que, raptor intrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.

Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.

El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más patente, negro y grande.

Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande.


Miguel Hernández
(El rayo que no cesa, 1936)

domingo, 1 de diciembre de 2019

L'últim lloc desconegut

                      Retrato de Lina, Ernani Costantini (1972)

Als setanta anys recorda encara
el seu somni infantil,
l'aigua calenta en un gibrell metàl.lic
i aquella nena rossa que el banyava.
Els ulls, la pell, els llavis, l'olor que fan les noies.
Després, la joventut, amb la fondària
del tacte i una història perduda
abans de començar. Sempre el cos d'ella,
silenciós i mític, una porta
entreoberta que mai no va creuar.
No ha sabut cap on duia fins molt tard,
en la mirada d'una dona gran.
En té prou amb això. Entra espantat
per la felicitat, i sent com els ulls d'ella
rere el mur del desig l'estan mirant
en aquest últim lloc desconegut.

Joan Margarit
(Misteriosament feliç, 2008)

Versión al castellano de Un poema cada día

Con setenta años recuerda aún
su sueño infantil,
el agua caliente en un barreño metálico
y aquella muchacha rubia que lo bañaba.
Los ojos, la piel, los labios, el olor que desprenden las chicas.
Después, la juventud, con la hondura
del tacto y una historia perdida
antes de comenzar. Siempre el cuerpo de ella,
silencioso y mítico, una puerta
entreabierta que no cruzó jamás.
No ha sabido a dónde llevaba hasta muy tarde,
en la mirada de una mujer mayor.
Tiene suficiente con eso. Entra espantado
por la felicidad, y siente cómo los ojos de ella
tras el muro del deseo lo están mirando
en este último lugar desconocido.

(Misteriosamente feliz, 2008)

sábado, 23 de noviembre de 2019

La ventana

                                        InteriorOlga Boznańska (1906)

La ventana separa
al mundo de los trenes,
de los grandes vapores,
de los hombres a pie,
del mundo quieto
de un alma sola.

¡Qué alegría
ver los rosales y los vendedores!

Al ruidoso paisaje
de tráfico y de vida
mi tristeza se asoma.

Mi soledad consciente
mira las hermosuras
inútiles del mundo.

Lo bello y el dolor
es de las almas solas.


Manuel Altolaguirre
(Poesía, 1930-1931)

domingo, 17 de noviembre de 2019

Alba rápida

             Amanecer en Florida, Martin Johnson Heade (h. 1890-1900)

¡Pronto, de prisa, mi reino,
que se me escapa, que huye,
que se me va por las fuentes!
¡Qué luces, qué cuchilladas
sobre sus torres enciende!
Los brazos de mi corona,
¡qué ramas al cielo tienden!
¡Qué silencios tumba el alma!
¡Qué puertas cruza la Muerte!
¡Pronto, que el reino se escapa!
¡Que se derrumban mis sienes!
¡Qué remolino en mis ojos!
¡Qué galopar en mi frente!
¡Qué caballos de blancura
mi sangre en el cielo vierte!
Ya van por el viento, suben,
saltan por la luz, se pierden
sobre las aguas...
                                Ya vuelven
redondos, limpios, desnudos...
¡Qué primavera de nieve!

Sujetadme el cuerpo, ¡pronto!,
¡que se me va!, ¡que se pierde
su reino entre mis caballos!,
¡que lo arrastran!, ¡que lo hieren!,
¡que lo hacen pedazos, vivo,
bajo sus cascos celestes!
¡Pronto, que el reino se acaba!
¡Ya se le tronchan las fuentes!
¡Ay, limpias yeguas del aire!
¡Ay, banderas de mi frente!
¡Qué galopar en mis ojos!
 

Ligero, el mundo amanece.

Emilio Prados
(Cuerpo perseguido, 1927-28; publicado en 1946)

viernes, 8 de noviembre de 2019

Cómo era

                            Amor, Gustav Klimt (1862-1918)
                                                                                        ¿Cómo era Dios mío, cómo era?
                                                                                                     Juan Ramón Jiménez

La puerta franca.
                               Vino queda y suave.
Ni materia ni espíritu. Traía
una ligera inclinación de nave
y una luz matinal de claro día.

No era de ritmo, no era de armonía
ni de color. El corazón la sabe,
pero decir cómo era no podría
porque no es forma, ni en la forma cabe.

Lengua, barro mortal, cincel inepto,
deja la flor intacta del concepto
en esta clara noche de mi boda,
 

y canta mansamente, humildemente,
la sensación, la sombra, el accidente,
mientras Ella me llena el alma toda.


Dámaso Alonso
(Poemas puros. Poemillas de la ciudad, 1921)

viernes, 1 de noviembre de 2019

Destino de la carne

               Marina Piccola de Capri, Ángel Andrade Blázquez (1898)

No, no es eso. No miro
del otro lado del horizonte un cielo.
No contemplo unos ojos tranquilos, poderosos,
que aquietan a las aguas feroces que aquí braman.
No miro esa cascada de luces que descienden
de una boca hasta un pecho, hasta unas manos 

    blandas,
finitas, que a este mundo contienen, atesoran.
 

Por todas partes veo cuerpos desnudos, fieles
al cansancio del mundo. Carne fugaz que acaso
nació para ser chispa de luz, para abrasarse
de amor y ser la nada sin memoria, la hermosa
redondez de la luz.
Y que aquí está, aquí está, marchitamente eterna,
sucesiva, constante, siempre, siempre cansada.
 

Es inútil que un viento remoto, con forma vegetal,
    o una lengua,
lama despacio y largo su volumen, lo afile,
lo pula, lo acaricie, lo exalte.
Cuerpos humanos, rocas cansadas, grises bultos
que a la orilla del mar conciencia siempre
tenéis de que la vida no acaba, no, heredándose.
Cuerpos que mañana repetidos, infinitos, rodáis
como una espuma lenta, desengañada, siempre.
¡Siempre carne del hombre, sin luz! Siempre

    rodados
desde allá, de un océano sin origen que envía
ondas, ondas, espumas, cuerpos cansados, bordes
de un mar que no se acaba y que siempre jadea

    en sus orillas.

Todos, multiplicados, repetidos, sucesivos, amontonáis

    la carne,
la vida, sin esperanza, monótonamente iguales bajo

    los cielos hoscos que impasibles se heredan.
Sobre ese mar de cuerpos que aquí vierten sin

    tregua, que aquí rompen
redondamente y quedan mortales en las playas,
no se ve, no, ese rápido esquife, ágil velero
que con quilla de acero, rasgue, sesgue,
abra sangre de luz y raudo escape
hacia el hondo horizonte, hacia el origen
último de la vida, al confín del océano eterno
que humanos desparrama
sus grises cuerpos. Hacia la luz, hacia esa escala

     ascendente de brillos
que de un pecho benigno hacia una boca sube,
hacia unos ojos grandes, totales que contemplan,
hacia unas manos mudas, finitas, que aprisionan,
donde cansados siempre, vitales, aún nacemos.


Vicente Aleixandre
(Sombra del paraíso, 1944)
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